miércoles, 3 de febrero de 2010

Negro sobre negro

Sebastiao Salgado. Firefighters at work, Kuwait 1991.


Negritud, negrura. Sólo falta que sea de noche para que la oscuridad sea total. Pero es de día, aunque cuesta imaginar que en ese sucio cielo pueda sobrevivir el sol. Sus rayos no dan más que para unos leves destellos que realzan aún más la negritud de la fotografía. Unos destellos blancos que, paradojas de la colorística, muestran el claro y poderoso brillo del negro petróleo. Una negrez aceitosa, en medio de un desierto cenizo y humeante.
Los dos hombres de la foto son figuras esenciales del negror de la estampa. Su gesto, el de ambos, es de impotencia. Su preciso instante, su presente inmediato, es negro negrísimo. Tanta negrisimidad a uno de ellos le hace poner las manos en un gesto de no encontrar la solución al negro problema que les rodea, y al otro le hace hincar la mirada en el charco de renegrido petróleo que le llega hasta las rodillas.
A duras penas pueden contener la furia del oro negro que se escapa por el surtidor, lloviendo sobre ellos. Quizá hayan podido con este, pero, y esto lo sabe cualquier observador que esté al tanto de la historia de esta fotografía, nuestros personajes saben que aún les quedan por domesticar cienes y cienes de pozos como este, algunos en llamas, como se adivina al fondo del escenario.
Nuestros hombres están negros, negros de solemnidad, pero son blancos, blancos blanquísimos, como los poderosos hombres blancos que los mandaron a ese infierno, a cambio de muchos dólares, por supuesto, a saquear ese valioso, aceitoso y sobre todo negro petróleo que, quizá por gracia divina, parece pertenecer al imperio del hombre blanco. A estos poderosos hombres blancos se les ha oído decir: ¿Qué hace nuestro petróleo debajo de su arena? Y se dedican a la noble tarea de recoger lo que es suyo. Para ello, previamente, han enviado hombres y mujeres de muchos colores y armados como ningún ejército ha estado armado jamás, a aniquilar cualquier tipo de resistencia, siquiera infantil, que les obstaculice la patriótica labor.
Los personajes de la foto están de sucio petróleo hasta las cejas, pero también están de sangre ajena hasta arriba, y no me dan ninguna pena.

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