jueves, 8 de marzo de 2012

22 de noviembre

Hoy ha venido antes de lo habitual. No ha pasado por el bar y no venía borracho. Ha entrado en silencio. Yo estaba viendo la tele. Ha pasado por delante de mi, sin mirarme, y ha entrado en la habitación.
Casi me ha dado más miedo que cuando viene borracho y dando gritos. En esas ocasiones se le va la fuerza por la boca, dice unas cuantas barbaridades sin sentido y se queda dormido en el sillón. Aunque a veces se le va la fuerza por los puños, y me golpea hasta que ya no sabe ni lo que está haciendo.
Pero hoy ha sido distinto: no ha dicho ni una palabra.
Cuando se levanta por la mañana, normalmente con una muy mala resaca, me grita, me insulta, me dice que no valgo para nada, que me va a matar. Pero se le echa encima la hora del vermut y se va dando un portazo. Por las tardes viene borracho y me dice lo mismo cambiando las palabras de sitio.
Pero hoy ha venido antes, sobrio, y en su mirada había algo extraño, algo nuevo. Una especie de determinación. Aún sigue en nuestro cuarto, ya dos horas, y yo escribo esto en la cocina. De vez en cuando oigo algún ruido. Tengo miedo. Tengo más miedo que otras veces. El no es así. El es un bocazas, pero hoy ha entrado alguien con cara de saber que va a hacer algo importante. Hoy me va a matar. Una vez vi un concurso de perros pastor, y el que ganó fue un perro astroso, que no dio ni un ladrido. Pasaba junto a las ovejas sin siquiera mirarlas. Los demás perros se hartaban de ladrar y alborotaban todo el rebaño. Pero este no. Y las ovejas estaban tan tensas que hicieron sin chistar lo que sugería el chucho, muertas de miedo. Es 22 de noviembre, me llamo Inés y hoy me van a matar. Pero no le voy a dar ese gusto, y en este momento salto por la ventana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario