"El
gran error de algunos empleados es tratar
a sus
jefes como si fueran personas."
Mario
Benedetti
"-¿Cómo
te trata la vida?
-Como
si me acostara con su marido."
Norman
Peterson
"Dichoso
aquél que abandona la vida
antes
de que la vida le abandone a él."
Epitafio
de Timur Lan, en Samarkanda
"Nunca
digo la verdad."
Un
polemista
I
No era el mejor día para
acudir a una cita. Llovía a cántaros y la noche estaba negra como el sobaco de
un mono. Llevaba mi coche despacio por el West End, zona de la ciudad que en
tiempos fue activo barrio industrial pero que en la actualidad no era sino un
sucio cementerio de fábricas y almacenes abandonados. Pero la excursión merecía
la pena. No siempre se tiene la oportunidad de acceder a una reunión de lo más
granado de la banda de Mac O'Pollo, con la posibilidad añadida de atraparles a
todos y cobrar una suculenta recompensa.
Me había llegado el soplo de que
O'Pollo estaba preparando un golpe, y que estaba convocando a los miembros más
significativos de su banda para darlo. En tiempos yo trabajé con Mac en
asuntillos de poca monta, cuando ambos empezábamos en esto de la delincuencia.
Al principio nos dedicábamos a cobrar a morosos por cuenta de Elmer Luzzo, que
regentaba varios locales de juego en la ciudad, poca cosa. No es difícil que te
pague alguien que tiene el cañón de una pistola acariciándole la campanilla.
Luego prosperamos y trabajamos en el sector bancario. Conseguimos numerosos
créditos blandos a fondo perdido con el aval de sendas pistolas en mediano estado
de conservación. Fue en el atraco al Bank Doneón donde me gastó una broma de
pésimo gusto. Mientras yo vigilaba al guarda jurado él recogió el botín y se
dio a la fuga. En realidad fue una torpeza por mi parte, porque el guarda
estaba ligeramente muerto por una bala rebotada que le había entrado por la
espalda. Así fue que pasé unas vacaciones de tres años al sol de Sing Sing,
pagadas por el Gobierno Federal. Aún le debía aquélla, aunque seguro que él ya
la había olvidado. Lo mejor de su mala conciencia era que no existía. Este era
un buen momento para devolverle el favor, facilitándole una buena temporada a
la sombra (para él lo mejor del sol era la sombra) en las instalaciones que el
Gobierno Federal pone a disposición de los contribuyentes menos contribuyentes.
Y si con él iban sus sicarios, mejor, así no se aburrirían.
Para que mi plan tuviera éxito
necesitaba que la bofia no supiera nada del asunto de Mac. Para ello me había
dado una vuelta esa misma mañana por la comisaría para visitar al sargento
Salsuelo. La vida de gangster no da para vivir bien salvo en escasas
excepciones (Mac era una de ellas) y los que nos arrastrábamos por el fango
necesitábamos alguna ayudita, aunque viniera del Departamento de Policía,
Sección Soplones. Fuí con la excusa de informarle que sabía quién era el autor
del robo de una joyería de la Calle 47, y le pregunté por el trajín que se veía
allí esa mañana. El sargento Salsuelo, un bocazas que padecía de incontinencia
verbal, me contaría hasta el último caso que estuvieran investigando. Me dijo
que estaban hasta el cuello de trabajo a cuenta del secuestro de Lee Kantropus,
hijo del multimillonario Peter Kantropus, magnate de la industria textil, ramo
de la ropa interior masculina. No sabían quién lo había hecho y aquel caso les
comía todo el tiempo y todo el personal. Además el alcalde les estaba apretando
las tuercas, pues el padre del secuestrado era su compañero jugando al golf, y
el que le sufragaba los gastos electorales. Dejé caer un pequeño comentario
sobre Mac O'Pollo, pero no reaccionó, lo cual me hizo pensar que el camino
estaba libre.
No me fue difícil ser convocado a la
reunión. Hice correr el rumor en determinados ambientes de que estaba sin
blanca y haría cualquier cosa por cualquier precio. Y no tardé en ser llamado.
Mi plan consistía en acudir a la reunión, enterarme de los detalles del golpe e
informar a la bofia de la fecha y el lugar en que se llevaría a cabo. A ellos
les dejaría el trabajo sucio y yo me quedaría con la recompensa por facilitar
la detención de todos aquellos rufianes con Mac O'Pollo a la cabeza, pillados
con las manos en la masa.
La cita era en un viejo almacén
abandonado de la Calle 12, que en ese momento enfilaba. No dejaba de llover, y
mi palangana contra las goteras ya estaba a rebosar, pero allí apareció el
sitio, Moskowitz & Moskowitz Co., según rezaba el destartalado letrero que
bailaba sobre la puerta. Vi entrar un coche y me colé tras él. La nave era
grande, por el suelo había bidones oxidados, restos de cajas y demás mierda. Al
fondo se veían dos coches iluminados débilmente por una luz de 40 watios, no
más. El coche que me precedía se dirigió hacia allí. Era un Cadillac del 31,
blanco reluciente, parecía como si para él no lloviera. Aparcó junto a los
otros dos. Mientras me acercaba lentamente vi descender del vehículo a Ana
"Rotring", Alicia "Strawberry" y Miren "Fraise",
a las que no saludaba desde nuestra última correría en el Bar Pannywater, en
Armlessroom, local de mala muerte que arrasamos por hacernos la competencia
vendiendo un whisky aún peor que el nuestro. De aquélla trabajábamos para
Montse "Rrat-ta-ta-ta-ta", distribuidora al por mayor de matarratas
casero, en forma de whisky escocés. Pagaba bien y al menos la bebida era
gratis. Mi hígado guarda perforados recuerdos de aquellos días.
Al pie de la escalera que conducía a
las oficinas había un tipo que debía ser el encargado de recoger los tickets.
Mientras aparcaba vi al trío subir las escaleras y desaparecer tras una puerta.
Bajé del coche y me acerqué al tipo. Según iba distinguiendo su rostro vi que
él también escrutaba el mío, y al reconocerle comprobé que él hacía lo propio.
-Yo
a ti te conozco. -dijimos al unísono. Y vaya si le conocía. Esa misma mañana le
había visto en el despacho del sargento Salsuelo, y, lo que es peor, él me
había visto a mi en actitud, como poco, amistosa con el sargento. Habían subido
al tipo en cuestión para comunicarle que habían pagado su fianza y quedaba en
libertad. Mira tú por dónde aquel fulano trabajaba para O'Pollo. Si me había reconocido,
y eso me pareció cuando me engatilló un directo que paré hábilmente con el
estómago, aquel cerdo le iría con el cuento a Mac, estropeando manifiestamente
mis planes. Retrocedí tambaleándome a la vez que sacaba mi Magnum del bolsillo.
El se vino hacia mi blandiendo un machete de carnicero. Cegado por las
estrellas que bailaban la danza de la muerte a mi alrededor, no vi cómo me
segaba la mano de un certero tajo. El dolor fue insoportable. Resistiendo la
tentación del desmayo fácil intenté dispararle, pero, maldición, la pistola
estaba en la otra mano. Esto sí que era un contratiempo. Desarmado mientras
aquel jabalí furioso alzaba el brazo para darme el machetazo de gracia,
conseguí recuperar el aliento y echárselo de lleno en la cara. Treinta años bebiendo
whisky barato y fumando puros reciclados fueron suficiente argumento para que
el seboso aquel perdiera el conocimiento. Cayó como un saco de patatas, y
aproveché la ocasión. Tomé el machete y se lo clavé en el cuello hasta romper
la hoja contra el suelo. Decidí que en una temporada sólo comería verdura.
Si no quería echarlo todo a perder
tenía que trabajar rápido. Por suerte habíamos tenido el detalle de no meter
ruido para no molestar a los vecinos, y nadie asomó por allí. Arrastré al
finado detrás de unos cajones y recogí mi mano del suelo. Me quité la pistola y
la guardé en el bolsillo. Para cortar la hemorragia me quité uno de los
tirantes e improvisé un torniquete tan ceñido que, caso de usar reloj, podría
usar de pulsera el anillo de boda de mi viejo, cuando lo heredara. Me sorprendí
de mi sangre fría y me vi con fuerzas de recapacitar sobre la situación,
bastante lamentable a simple vista. No había mucho tiempo, y tenía que decidir
si prefería ser un manco millonario o un soplón sin un ochavo y con
dificultades a la hora de tomar sopa. Aún había tiempo para llegar al Hospital
Mengele y hacer un cosido de urgencia, pero tiré por donde me dictó el corazón,
junto al que guardo la cartera, y busqué un lugar fresquito para guardar ese
miembro eventualmente desgajado de mi club. No había que perder la esperanza.
Afortunadamente había debajo de la escalera un cuartucho con una mesa, una
silla y una nevera en la que aquel tipo refrescaba sus cervezas. Tanta
casualidad haría pensar que aquello era más una novela que un hecho real. Puse
la mano en la nevera agarrando una cerveza para llevarme algo fresco al salir
de allí.
Cuando salía del cuartucho hacía su
entrada en el almacén, lenta, majestuosa y rotunda, una limusina negra como el
betún, con un brillo crepuscular que le daba a aquello un cierto aire de
misterio. Mi querida cascarria, un Chevrolet del 17, gozó del honor de ver cómo
a su lado aparcaba la limusina. Se abrieron las puertas delanteras y por cada
una de ellas bajaron por orden alfabético Gotzone "Bacall" y Humberto
"Bogart". Preferí dejar los saludos para un lugar más apropiado que
el sucio hangar de un sucio almacén, y subí las escaleras sin prisas pero sin
pausas. Crucé la puerta y me encontré en un pasillo tan mugroso como lo que ya
conocía del almacén. Al final se veía una puerta enmarcada por la luz que venía
de su interior. Respiré hondo. Me olvidé de mi infortunada mano pero el muñón
no hacía más que recordármela.
Recorrí el pasillo y me planté ante
la puerta, donde había un felpudo llamado Bienvenido, como mi sastre. Le
dispensé el mismo trato que a éste y extendí la mano para abrir, pero con tan
mala suerte que lo hice con el brazo manco. Supuse que tendría que empezar a
acostumbrarme a estas situaciones. Abrí con la otra mano y entré. La sala era
grande, y no se parecía en nada a lo visto hasta entonces. Amplia, elegante,
paredes forradas de madera, moqueta, cuadros abstractos, alguna figura de
porcelana, algún jarrón chino, ni una mota de polvo, una mesa de reuniones y
una, dos, tres,... trece sillas. La última que presidía la mesa era un sillón
en el que Abraham Lincoln se habría sentado para firmar la abolición de la
esclavitud. De hecho es muy posible que ese fuera el susodicho sillón, robado
unos años atrás del Museo del Capitolio.
A un lado de la sala había una mesa
repleta de botellas de licores de todos los colores, copas y una enorme
ponchera, llena de ponche o así. Mi entrada no produjo algarabías, ni desmayos,
ni tampoco abucheos ni lanzamiento de tomates. "Strawberry",
"Rotring" y "Fraise" estaban sirviéndose unas copas. Nos
saludamos señalándonos mutuamente con la barbilla. Junto a la mesa de reuniones
estaban dos personajes que habrían puesto el vello como escarpias a más de un
lobo de mar. Eran Javi "Barba Rosa" y Rosa "Barba Javi",
siniestros piratas que, en temporada, asolaban los Siete Mares, saqueando todo
lo que flotara. "Barba Rosa", purista de ancestrales tradiciones,
usaba un parche para taparse un ojo, el cual, por la falta de uso, se había
quedado más bien atrofiado.
Me acerqué a la mesa de las bebidas.
"Rotring", "Fraise" y "Strawberry" me recibieron
envueltas en el humo de sus cigarrillos.
-Hola,
niñas. Cuánto tiempo sin vernos. -inicié.
-Demasiado
poco. -continuaron.
-Exacto.
-concluí.
Tan espesa conversación sirvió para
que se fueran a buscar acomodo en la mesa grande y así pude refrescar mi muñón
en el ponche, que lo era, y así alivié en buena medida el dolor.
"Bacall" y
"Bogart" entraron. Ella vestía un ajustadísimo traje tan pegado al
cuerpo que no habría encontrado sitio ni para guardar un mechero. Llevaba un
cuadro de Brueghel el Viejo, seguramente un regalo para la colección de Mac.
Con ellos venían Eva "Viscalbarça" y Alfonso "Boixonoi".
Venían en animada charla. Hacía unos años habían dado juntos un golpe en el
Hypo Bank de Innsbronx. "Bogart" había diseñado el edificio cuando
era un honrado arquitecto que pagaba sus impuestos. Pero conoció a
"Bacall" y ésta le introdujo en el lumpen de Chicago. Entraron en
contacto con "Viscalbarça" y "Boixonoi" y planearon el
asalto al banco. "Bogart" conocía los sistemas de seguridad y
consiguió que las alarmas no sonaran la noche de autos. "Boixonoi" se
encargó de reducir a los guardias de seguridad. A uno le contó una adivinanza
que el otro no pudo resolver y murió de un ataque de ignorancia antes de poder
desenfundar el arma. El otro, aún más duro de mollera, ni siquiera les dejó
plantear el acertijo, y hubo de ser reducido por la vía del hachazo
intercraneal. Se dice que después "Boixonoi" bailó un rap sobre las
tripas del vigilante, aunque tampoco hay que hacer caso de todo lo que se dice.
Por grande que fuera la brecha craneal es difícil que por allí salieran las
tripas. Así que lo más probable es que
el rap lo bailara sobre los sesos desparramados. De aquel robo sacaron varios
millones, pero una mala administración, la ola de consumismo que nos invade, y
etc. motivaron su vuelta al trabajo.
-Uuuh,
qué peste. -dijo "Viscalbarça"- A ver cuándo dejamos de fumar.
-Ni
muerto. -contestó "Barba Rosa", con su ronca voz de bebedor de ron,
mientras contribuía a enturbiar más el aire con su pipa de espuma de mar.
"Viscalbarça" iba a
responderle, pero le interrumpió la entrada de Enrique "Nikon" y Mari
Carmen "Yashica". Las miradas de los presentes se volvieron hacia los
recién llegados. Estaba claro que Mac O'Pollo había planeado minuciosamente el
golpe. "Nikon" y "Yashica" eran expertos en fugas. No eran
hampones, pero su prestigio era grande en los bajos fondos. Se dedicaban a
asaltar viejas y robar bolsos, y luego se dejaban capturar por la bofia. Su
trabajo empezaba después, en el trullo. Con un buen incentivo económico
organizaban fugas de la cárcel que, en ocasiones, derivaban en auténticas
excursiones a las que a menudo se sumaban los propios funcionarios, también ansiosos
de huir, pues a veces la celda está a ambos lados de los barrotes. Antes de
dedicarse a esto "Nikon" y "Yashica" eran fotógrafos, pero
la habilidad de "Nikon" con la cámara hizo que el negocio durase una
semana. Con las excursiones carcelarias, en cambio, amasaron una buena fortuna
y además apenas gastaban en comida, alojamiento y ropa, que les eran
facilitados en la cárcel.
Se me acercaron y tuve que sacar el
muñón del ponche y meterlo en el bolsillo.
-¿Qué
tal, pareja? -saludé.
-Bien.
-contestó "Yashica"- Hemos oído que vamos a ser muchos en esto.
-Sí.
Os espera un buen pellizco si os toca trabajar, que el FBI no lo quiera.
-Y
si no también. -respondió "Nikon"- Ahora, cuando nos contratan,
cobramos una póliza previa al golpe, en base a la cuantía del botín. Si luego
la bofia atrapa a los clientes descontamos ese importe de la factura total por
la fuga de la cárcel.
-Vaya.
Así empezaron la Lloyd's, The Unión and The Fénix, The Ocaso, The Polar Aurore
y otras.
La conversación se vio interrumpida
por la llegada de Raquel "Acedecé", Nuria "Expert" y
Guillermo "Donostiarra royal". Se hizo el silencio. Acababan de salir
de presidio hacía una semana, tras pasar cuatro años a la sombra por el
asesinato masivo de la clase de preescolar del San Juan Tuzrí College en una
parada de metro. Murieron treinta y dos infantes que fueron empujados a la vía
cuando se acercaba el tren. La condena fue tan breve porque alegaron que todo
fue debido a las prisas por no perder el metro, y que se tropezaron con los
niños. El juez se mostró benevolente a la vista de los atenuantes esgrimidos
por su abogado, y de las navajas, cadenas y pistolas también y tan bien
esgrimidas por los amigos de los tres encausados, que acompañaron a éstos en el
juicio.
Tras su entrada en la sala la impresión
de los presentes fue que el trío se había apuntado a la reunión por falta de
dinero, pues aún vestían el traje a rayas de la Penitenciaría de San Tintín. El
silencio sólo se interrumpió por el chop de mi brazo mutilado al entrar otra
vez en la ponchera. Ya me ardía el muñón en el bolsillo de la gabardina, y fue
un riesgo refrescarlo otra vez, porque odiaba las preguntas indiscretas. Por
suerte nadie me vio, y la situación se destensó cuando "Acedecé"
preguntó:
-¿Ej
que no hay nada para beber?
Solté un exabrupto y metí otra vez
la mano al bolsillo con el tiempo justo de que no me vieran. Se acercó
"Acedecé" mientras los otros dos entraban en conversación con el resto de la concurrencia.
-¿Qué
pasa, "Acedecé"? ¿Ya os soltaron?
-Por
buen comportamiento, tío. Nos metimos a ayudantes del cura de la prisión y eso
desgrava -dijo mientras llenaba tres copas de ponche- Pero qué color más raro
tiene esta priva, tío.
-Ya
ves, los inventos del chef.
-Y
sabe a whisky barato, tío.- en aquel momento pensé que tal vez era hora de
dejar la bebida durante una temporada. Ya comenzaban a hacerse corrillos y la
charla era asaz animada. De vez en cuando alguien se acercaba a la mesa de la
ponchera. Aunque todos hacían comentarios sobre el brebaje, parecía que el
cóctel de ponche con sangre alambicada al whisky tenía éxito, lo cual me daba
ideas sobre un negocio a montar en el ramo de la hostelería.
En esas, se abrió la puerta y entró
Luis "Yezrotul", conocido por sus sofisticados inventos
farmacológicos, los cuales, contrariando la sana norma deontológica del gremio,
servían para dejar más plazas libres en este mundo y poblar el del Más Allá. En
la actualidad regentaba una botica. Antes trabajó en unos laboratorios de
investigación, pero lo dejó porque tenía una especial animadversión al trato
con animales. A tanto llegó su manía por el reino animal que era incapaz de
soportar un bicho a menos de tres metros.
"Nikon", que en ese momento
estaba a mi lado saboreando un ponche, comentó:
-Mira
ese. ¿Sabes cómo mató a Orson Lemío?
-No.
-contesté.
-Le
contrató Paul Vette. Resulta que Orson Lemío tenía un estómago a prueba de
bombas, y no palmaba con ninguno de los mejunges que "Yezrotul" le
puso en la copa de champaña cuando la boda de la hija de Paul Vette, Bette.
-¿Vette?
-pregunté- ¿Por qué quería Paul Vette cepillarse a Orson Lemío?
-Porque
Bette, la hija de Vette, estaba de cuatro meses de Orson Lemío, que no era
precisamente el novio en la boda. Vette había preferido tener como yerno al
nuevo fiscal del distrito, un tal Max Tuerzzo, un novato fácil de manejar
cuando hubiera problemas, y mejor aún si pertenecía a la familia.
-Vaya
con Vette. -dije, y le dejé continuar.
-Pues
después de probar con un montón de venenos y ver que lo único que conseguía era
poner más borracho a Lemío y que empezaba a meterle mano a la madre de la
novia, optó por la solución final, los potitos para bebé.
-¿Qué?
-En
un momento en que Orson Lemío fue a los lavabos, "Yezrotul" aplastó
esa ala de la mansión de Vette con un camión cargado de potitos que había
recibido esa mañana.
-Vaya
con "Yezrotul".
-En
realidad podía cargar el camión con cualquier otra cosa, pero por no sé qué
historias de altos índices de natalidad y escasez de potitos le era más
rentable destrozar camiones cargados de potitos para que los precios subieran y
hacer negocio en el mercado negro. Además, no sé cómo lo hacía, pero se apañaba
para encima cobrar el dinero del seguro por el accidente.
-¿Y
qué dijo Paul Vette por el destrozo?
-Nada.
Quedó fascinado por el espectáculo, satisfecho por el resultado y conforme por
el destrozo, porque así aprovechó para hacer unas reformas en la casa.
-Muy
estupendo. -concluí, con la esperanza de que "Nikon" se fuera para
poder poner en remojo otra vez el muñón, cada vez más morado. Mientras hablábamos
no nos habíamos dado cuenta de la entrada de Carmen "Hipoderms", que
estaba en animado cotorreo con "Yezrotul". Seguramente estaba
encargándole algo de mercancía para futuros trabajos. La especialidad de
"Hipoderms" era el trabajo limpio, sin huellas. "Nikon" fue
a saludarla y aproveché para seguir nutriendo el ponche de poción mágica. Ella
disfrutaba con su trabajo, aborrecía la sangre, los crímenes sanguinolientos a
base de balazos y mutilaciones. Ella hilaba fino, tanto como la punta de la
aguja de sus inventos mortales. Al principio usaba la jeringuilla para inyectar
el veneno en la víctima cuando ésta menos lo esperaba. Pero un día le dio por
ser original y pasó a utilizar instrumental más elaborado. Era capaz de situar
la mortífera aguja en los lugares más insospechados, picaportes de puertas a
abrir por la víctima, timbres, cartas de poker, copas de champaña, anillos de
boda, zarcillos, peines, penes, almohadas, canapés, etc. Pero la ocurrencia más
sonada fue cuando Paul Luptuoso, conocido capo de la Mafia de Niuyor murió
estando de cacería en Africa. Se perdió en el desierto y fue a pincharse con el
único cactus en cien kilómetros a la redonda, que resultó ser de plástico,
hecho a mano en Taiwan, y erizado de agujas envenenadas. Murió entre espasmos
de dolor que le tuvieron en lenta agonía durante ocho días.
"Hipoderms" era tan cruel que ni siquiera le dejó morir de la
chicharrina. Tanta era su fama que desde su llegada todo el mundo tenía las
manos en los bolsillos. Hasta a mi me dio miedo y en un pronto saqué la mano de
la ponchera y la escondí en la gabardina.
Se abrió la puerta y entró Ana
"Almodóvar". Su aparición hizo que todos recuperasen la compostura,
ellos sacando un espejito para atusarse los cabellos y ellas retocándose los
pliegues de los vestidos. Algunas manos dejaron de tocar algunos culos y se
dedicaron a sostener las copas.
Nada de esto habría pasado si
"Almodóvar" no hubiera entrado pertrechada con su más conocida arma,
su cámara tomavistas de alta tecnología, que no sólo filmaba a colores, sino
que además grababa el sonido. La alarma inicial se relajó cuando vimos que
"Almodóvar" llevaba el trasto dentro de su funda. Todos acudimos a
saludarla con nuestra más amplia sonrisa, yo incluido. No era para menos.
"Almodóvar" era conocida por ser la más cruel chantajista de la
ciudad. Era capaz de filmar las escenas más escabrosas perpetradas por la crème
de la crème de la vida social de la ciudad, hampa incluida. Al contrario que en
Hollywood, "Almodóvar" no pagaba a sus actores, sino que eran éstos
los que le pagaban a ella suculentos honorarios para que esas imágenes no
fueran exhibidas. Yo mismo había caído en sus redes cierta vez que me pilló en
un motel en una situación un tanto embarazosa con Bob Vette, sobrino de Paul
Vette (señor, qué familia). Por lo que me había contado "Nikon" en
relación a Orson Lemío, hice bien en vender mi colección de ninotchkas rusas
para pagar el chantaje de "Almodóvar". Vestía un elegante traje de
tubo, de color negro, que dejaba al aire los hombros, para los que llevaba un
echarpe de finos bordados. El pelo recogido con un pasador negro en un discreto
a la par que elegante moño. Parecía como si fuera a asistir a su propia boda.
Lo que pocos sabían era que
"Almodóvar" también sacaba tajada de trabajos más sucios pero también
más espectaculares. Fue ella quien se cargó a Bert Lusconi cuando acudía a
declarar ante el Gran Jurado. En el mismo zaguán del juzgado, rodeado de
medidas de seguridad y periodistas, Lusconi cayó abatido por una bala que le
atravesó la cabeza, malhiriendo de rebote a un policía de la escolta. Todos los
presentes habían sido cacheados al entrar, y nadie, salvo los policías, llevaba
armas. Pero las de éstos no habían sido disparadas. Nadie sabía que dentro de
la cámara de "Almodóvar", allí presente para filmar el evento por
cuenta de la NBC, había oculta una pistola cuyo gatillo coincidía con el del
tomavistas. Pero lo curioso del caso es que la escena del crimen fue grabada en
su totalidad por "Almodóvar", balazo incluido, sin que la cinta
sufriera ninguna interrupción por el disparo que salió del objetivo de la
cámara. Un misterio.
Mientras saludábamos a
"Almodóvar" entraron Mila "Gros" y Koro "Di voce
bianche". Lucían sendos vestidos de can-can, con todos sus volantes y sus
botines de fino tacón, último grito de la moda de París, donde solían alternar
cuando saltaban el charco con un tal Toulouse-Lautrec, que debía ser un capo de
la mafia marsellesa o así. Eran crueles asesinas a sueldo del mejor postor, que
siempre era el mejor postor. Sus víctimas se caracterizaban por presentar
siempre dos balazos perfectamente simétricos respecto a la columna vertebral, y
que podían estar, dependiendo de la tarifa: en los dos ojos, en los dos brazos,
en los pulmones, en los riñones, en las piernas, en los etcétera. Eran capaces
de esconder el arma en el lugar más inverosímil, a veces incluso en el bolso.
Aquella reunión ya iba tomando
forma, los corrillos abundaban y se oían sonoras carcajadas. Desde mi punto de
observación junto a la ponchera podía verles reír ufanos, ignorantes de que
ellos, más los que faltaban por llegar, Mac O'Pollo incluido, iban a caer como
pichones en la red que estaba tejiendo a su alrededor. No me preocupaba el no
hablar con nadie y por ello levantar sospechas. Yo era así habitualmente y
hacer lo contrario sí que habría sido sospechoso.
Llegaron Bego y Marijo O'Harra, con
su habitual macuto, famoso por ser el macuto con más capacidad de la historia.
Eran expertas ladronas, y nadie sabe cómo se las apañaban para meter en la
bolsa todo el botín, por grande que fuera. Sin más equipaje que sus respectivos
macutos se habían llevado en una ocasión 134 estanterías repletas de joyas de
Tifanny's, otra vez todos los cuadros de la 3ª planta del Museo de Arte Moderno
de Niuyor (unos 120), otra una efigie a tamaño natural de Georges Washington
que adornaba los jardines de la Casa Blanca, otra una momia egipcia del Museo
Smithsoniano, otra la caja fuerte del Banco Federal de Chicago, con el
contenido incluido, y un largo etcétera. En su último atraco tuvieron que
cargarse al vigilante del Banco Bank y también se lo llevaron en el saco.
Mientras efectuaban su trabajo, y si las circunstancias lo permitían, solían
cantar una ranchera que como título tiene el nombre de una ciudad mejicana de cuyo
nombre no me acuerdo. Dos elementos de cuidado las O'Harra.
Tras ellas apareció Montse
"Rrat-ta-ta-ta-ta", como su propio nombre indicaba, muy hábil con la
metralleta. Pero un día decidió darse a la bebida, pero del lado solitario de
la barra, y montó una cadena de bares que suministraban whisky de contrabando
barato, escocés, decía ella. Y no mentía, pues era escocés el operario que
tenía en la trastienda del bar primigenio. También mercadeaba con drogas, pero
en realidad todo era pura fachada, una tapadera del auténtico filón de donde
sacaba su fortuna, la importación de bacalao noruego.
Cuando de nuevo se abrió la puerta
todos enmudecieron, incluso yo, que no decía nada. Con sendos trajes cruzados,
uno color marengo, camisa negra, corbata blanca y sombrero tirolés granate, y
otro con traje color marfil, camisa verde, corbata blanca y sombrero a juego
con la camisa, entraron Alfonso "Killer" y Roberto
"Killer", "Los Killer". Ambos llevaban zapatos color beige.
Por un momento se nos heló la sangre a los presentes, incluido mi muñón, lo
cual fue un alivio. No era para menos. No esperábamos que estos dos sádicos
asesinos fueran a participar en este golpe. Su captura aumentaría enormemente
mis ingresos por la recompensa.
Roberto
"Killer" se había graduado en la famosa universidad de Deustown como
economista, y tras hundir diversas empresas que le contrataron se dedicó al
negocio que vocacionalmente le llamaba desde que tenía memoria: matar. En esta
materia fue un niño prodigio, y ya mostró su precocidad y buenas maneras nada
más nacer, estrangulando con el cordón umbilical a la comadrona que le asistió
en el parto. Odiaba que le vieran desnudo. Ingresó en el correccional de
Bledine antes de andar a gatas. Allí fue mutilando paulatinamente el cuerpo técnico
del correccional, empezando por los psicólogos, por los que sentía una peculiar
atracción homicida. Fue cuando le tocó al bibliotecario cuando comenzó su
preocupación por la cultura. Descubrió que una enciclopedia, además de para
metérsela por la boca a una persona causando su muerte por indigestión
cultural, se podía leer. Quedando vacante el puesto de bibliotecario, Roberto
"Killer" lo cubrió sin problemas tras despejar la lista de
aspirantes.
Fueron unos años de tregua en su
actividad asesina en los que se dedicó al estudio con afán, consiguiendo
finalmente el título de economista, como quedó dicho. Estos años de buen
comportamiento y unas amables postales al juez de vigilancia penitenciaria
supusieron su puesta en libertad. Nada más salir de prisión atropelló a una
anciana a la que ahorró más gastos de lencería, entre otros gastos. Cuando la
policía de tráfico le detuvo no se le ocurrió otra cosa que:
-Y,
bueno...no encontraba el pedal del freno.
Este atenuante y unas amables
postales al juez le valieron una leve condena de dos años, que aprovechó para
realizar un master. Al salir participó activamente y con toda su buena voluntad
en la quiebra de varias empresas, de suerte que cobraba dos sueldos, de las
empresas y de las de la competencia. Pero pronto se aburrió y decidió montarse
en el negocio del dólar sangriento, formando dúo con Alfonso
"Killer", al que conoció en prisión. Este había estudiado ingeniería,
graduándose también, y sus conocimientos
los aplicó al diseño de un túnel de varios kilómetros, con sus salidas
de emergencia y toberas de ventilación añadidas, que, en bicicleta, le condujo
desde la prisión hasta Des Moines, capital del vecino estado de Iowa, donde
nadie le reclamaba. Pero una irrefrenable nostalgia le llevó de nuevo a su Chicago
natal. Reemprendió su carrera criminal a base de sádicos atropellos perpetrados
con la bicicleta de carreras. Pasaba varias veces con la máquina por encima de
las víctimas hasta dejarlas completamente muertas. Juntos, "Los
Killer" hicieron en la ciudad una buena limpieza de personas de bien, y de
las otras también. Los domingos solían acudir al estadio The Den a ver jugar al
Millwall F.C., mediocre equipo de la Liga de Fútbol Americano. Dado que sobre
el césped no había nada relevante que ver, junto al resto de la hinchada local
se dedicaban a entonar canciones dirigidas a la hinchada visitante. Entre sus
cantos favoritos estaban "Somos una panda de bastardos cuando
perdemos", o "Nunca llegaréis a la estación".
Traían la mirada un tanto perdida,
y, en un susurro, le comenté esta circunstancia a "Bogart", que en
aquel momento estaba a mi vera, medio beodo ya tras su octingentésimo bloody
ponchisky (ya había dado con el nombre para el brebaje que pensaba
comercializar).
-Es
que han debido avisarles de la reunión en plena ligadura de trompas. -me
contestó.
-¿Ligadura
de trompas? ¿Es que ahora son médicos o es que se han cambiado de sexo y no
quieren preñarse?
"Bogart" me miró y
retrocedió unos pasos para enfocarme mejor. Tras parpadear nos dijo a los dos que
veía:
-No,
no, no. Que les han debido avisar mientras ligaban la trompa del sábado con la
del domingo y con la del lunes.
-Hum,
eso me tranquiliza. -respondí.
-A
mi también. Les voy a invitar a un poco de este mejunge. -llenó tres vasos y se
alejó dando traspiés en dirección a los recién llegados. Les saludó
efusivamente y comprobé que "Los Killer" no sólo ligaban sus trompas
por días, sino que también las ligaban con las del prójimo.
"Los Killer" y
"Bogart" avanzaron por la sala mientras los corrillos volvían a
formarse. En eso la puerta se abrió de golpe e hizo su entrada el anfitrión de
aquella fiesta, el más temido criminal de la ciudad, el más salvaje asesino, el
más sádico gangster, el más sórdido tahur, el más cruel proxeneta, el Mac
O'Pollo. Su apellido y sus patillas delataban su adscripción al clan de los
irlandeses, del café irlandés, para ser más exacto, clan en permanente
confrontación con el clan de los sicilianos por el control de los vicios de la
ciudad.
El silencio tomó tintes de solemnidad,
y hubo amagos de desmayo entre parte de la concurrencia dado el miedo
reverencial que destilaba su presencia, o tal vez fue por el aroma que
destilaba su persona, "Abrótano Macho", colonia que, según él,
"las ponía locas". Se quitó las gafas de sol y lanzó una gélida
mirada a los congregados, que, en un acto reflejo, nos quedamos de piedra.
Vestía cazadora vaquera acribillada de insignias de clubs de béisbol, una
camiseta con el slogan "No kangaroos in Chicago", impecable su
pantalón vaquero cortado a tijera a la altura de los muslos, sombrero de estilo
Al Capone, tanto que era el del propio Capone. Junto a él entró su perro, Luki
Luciano, bautizado así en honor a uno de sus más directos rivales. Rubio y
paticorto, como su dueño, se encontró con éste en el arroyo, y juntos salieron
adelante. De natural pacífico, sin embargo aterrorizaba al personal al mostrar
su dentadura, tan ruinosa como un mosaico romano. A espaldas de su dueño, y de
él mismo, era conocido como Moonraker.
Luki era su mejor amigo, y Mac sería
el mejor amigo de su perro si éste le prestara dinero. Pero esa necesaria
presencia que para el perro es el hombre y para el hombre el perro, no los
traicionaba nunca, ni a uno ni a otro; y aunque distintos de todos los hombres
y perros del mundo, podían considerarse, como hombre y perro, felices. Italo
Calvino no lo habría dicho mejor, ni peor. Aunque en realidad el bicho sólo le
servía de muda compañía. Una vez lo dejó en el coche vigilando un maletín que
contenía varios films que mostraban lo alegre que era la mujer del gobernador,
y le robaron el maletín, el coche y el perro. No obstante el ladrón se
arrepintió de su acción, y Mac también, por tener que gastar una pasta en chapa
y pintura al aplastar al caco contra una pared con su otro coche, el de los
domingos. Pero se vio recompensado por los honorarios que le pasó el gobernador
a cambio de las películas, que su mujer utilizó como torniquete de urgencia
tras la paliza que le atizó la primera autoridad del Estado, su colérico
marido. La viuda del ladrón, un competente policía local que solía llevarse
trabajo a casa, sacudiéndole a diario fuertes palizas a su mujer, también se
vio recompensada con una medalla póstuma, una golosa pensión y las no menos
golosas visitas del gobernador, que ya sabía a quién mandaba a recuperar las
películas, el muy crápula.
En la actualidad Luki era su único
amigo. En tiempos tuvo una gran amistad con Peter Cash "El abstemio".
Pero en cierta ocasión éste osó divulgar que Mac (que odiaba bailar) se había
apuntado en una academia de danza. No le gustaba la ópera, decía que no eran
más que un montón de gordos gritando y tratando de acuchillarse unos a otros,
pero quería ligarse a una bailarina china de una ópera que estaban
representando en Chicago, y que frecuentaba esa academia para ensayar. Al final
resultó que la china era un chino de pelo en pecho y con algo más grande que un
tirachinas entre las piernas. Más que lo del chino, lo que de verdad molestó a
Mac fue que se supiera lo de la academia de danza. El, que sólo bailaba cuando
el WC estaba ocupado. A raíz de aquello su amigo dejó de serlo y dejó de ser.
"Pocas bromas con Mac O'Pollo", dijo ante su cadáver.
Era uno de los dueños de la ciudad,
como capo del clan de los irlandeses. La tenía en condominio con el clan de los
sicilianos, con los que, como queda dicho, se llevaba bastante mal. Unos y
otros dejaban en manos del alcalde y del gobernador la representación
protocolaria y formal de la autoridad, pero uno y otro comían alternativamente
en la mano de aquéllos y los de más allá. Era el FBI el único incordio que, de
cuando en vez, molestaba a ambos clanes, pero sólo lo era cuando ambos clanes
se salían de tiesto, siempre. Conocía al dedillo las leyes del Estado de
Illinois, pues, al igual que el legendario juez Roy Bean, las había violado
todas. Pero tenía dos dones especiales para salir incólume de los pleitos en
que le embarcaba el FBI. Esos dones se llamaban billete de banco (una
considerable colección) y Colt 38. Este último era entero de plata, regalo del
fabricante en agradecimiento por los dividendos que generaba la empresa, en
aumento de año en año. Gracias a ambos dones conseguía numerosas amistades
entre la judicatura local.
Sus negocios abarcaban todo el
ámbito industrial, mercantil y financiero de la ciudad. Con una llamada
telefónica podía hundir una empresa, con otra comprarla y con otra venderla por
el doble de lo que pagó por ella. Todo en una hora. Si gustaba de meterse en
negocios sucios era porque llevaba en el ADN el genoma del crimen. Aquél era su
deporte favorito, un hobby que le relajaba de su ajetreada vida de alto
ejecutivo. Su otro hobby era viajar, y éste estaba relacionado con sus
comienzos como guía turístico de una agencia de viajes de mala muerte.
Simultaneaba ese trabajo con el de matón, y luego atracador de bancos, época en
que coincidimos. Pero fue trabajando de guía como comenzó su carrera criminal a
gran escala. Al principio arrojaba por las cataratas del Niágara a turistas
desprevenidas a las que previamente había sustraído el bolso. Posteriormente, y
aprovechando los numerosos viajes que realizaba, probó con el contrabando de
whisky, drogas y potitos, y de ahí pasó al tráfico de armas, trata de blancas,
prostitución, etc. Esto le reportó grandes beneficios, y también grandes enemigos,
y numerosos. Aunque esto no era más que un leve contratiempo para él. Era un
gran tirador, amante de la geometría y un perfeccionista en el arte de
disparar. En una ocasión, atracando un banco, le vi atravesar la cabeza del
guardia, saltar tres dedos de la mano del cajero cuando iba a pulsar la alarma
y reventar la cerradura de la caja fuerte, todo de un disparo. Eran auténticos
alardes de malabarismo que provocaban la admiración y el aplauso de la
concurrencia, con excepción de las víctimas. Siempre buscando el ángulo exacto,
el lugar idóneo de penetración y el lugar preciso para el rebote de la bala que
diera lugar a la carambola mortal. Paradójicamente, no le gustaba el billar, y
sí un extraño divertimento procedente de Europa llamado futbolín.
Como nostálgico recuerdo de sus
tiempos de guía turístico creó una agencia de viajes, llamada Krazy Tours, que, aparte de servirle
como vehículo ideal para el tráfico de armas y demás, utilizaba para organizar
las vacaciones de sus íntimos, o sea, su perro.
Dicen los ingleses, metafóricamente,
que todos tenemos un cadáver en el armario. Mac, que no entendía de poesías, no
tenía un muerto en el armario, tenía varios armarios expresamente dedicados a
sus muertos. Armarios dotados de sistemas congeladores que mantenían fresca su
colección de fiambres, la memoria propia y la de las visitas. A todas ellas las
pasaba por allí a admirar su particular galería de los horrores. Se podía
contemplar la expresión de Adam Adrina, con un tercer ojo entre los otros dos,
pequeñito, negro, y como con una lagrimita granate que le recorría el rostro,
secándose a la altura del bigote, donde se le perdía la pista. O el tronco y
extremidades de Rudy Mentario. Sobre los hombros, donde se ubica la cabeza,
normalmente, había un picadillo indescriptible junto al que, oportunamente, se
había colocado una fotografía del finado, que lo fue cuando Mac le apapilló la
testa con una piedra de 200 kilos (en sus ratos libres Mac levantaba piedras y
comía solomillos crudos).
También se exhibía la "Banda
del Txubasko" al completo: Bill Vainazzo, Donn O. Stiarra, Vito Riano y la
novia de éste, Pam Plonicka, que abandonó el clan de los polacos para
integrarse en éste por razones afectivas, y con funestas consecuencias. En otra
sala de la mansión estaban los armarios dedicados a los cadáveres de la
"Banda de la UE", formada por Klaus Tralopitecus "Lucy",
Freddy Kador, Alain Tejas, Claude Omiro, Paul Tergeist, Otto Bush y, el más
cretino de todos, Ronald Reagan. En vitrina aparte, en una cama de hospital,
rodeado su cadáver de tubos que le entraban y salían por todas partes, tenía a Frank Ho, alias de Pat Askortas, capo
del narcotráfico europeo que tuvo enganchadas a su droga a miles de personas,
todas ellas a la fuerza.
Mac avanzó con una parsimonia casi
irritante, observando los rostros de los presentes, hasta llegar junto al
sillón que presidía la reunión. Se sentó y puso su Colt sobre la mesa. El perro
se tumbó a su lado y puso una mano sobre la otra. Los demás permanecimos en el
otro extremo de la sala haciendo apuestas sobre quién sería el primero en
sentarse.
-Veo
que falta alguien. -dijo, con cierto aire de fastidio.
Todos nos sobresaltamos al oír la
puerta abrirse de golpe a nuestras espaldas. Y entraron Cari "Beña",
Mercedes "Musutruk", Tere "Yellow Mary Therese" y Cheles
"Dibidín-dibidán", el "Gang de las Maestras". El "Gang
de las Maestras del Crimen" era el nombre completo, pero los periódicos
opinaron que era un nombre demasiado largo para los titulares de la primera
plana. Entre las cuatro regentaban un negocio, una agencia de viajes llamada
"La Confianza", que no era sino una
oficina en la que recibían los encargos de su otra ocupación. En realidad se la
podía considerar como una verdadera agencia de viajes, aunque en el catálogo de
opciones sólo aparecía una, el viaje al Más Allá, sólo ida. Trabajaban tanto
por libre como en grupo. Uno de sus más célebres crímenes fue el asesinato y
descuartizamiento (aunque no sé si fue ese el orden) del famoso violador y
asesino Sam Manno "Octopus", el cual tenía aterrorizadas a las
hembras de la ciudad. Decía que le gustaba matar a las mujeres como a las
cucarachas, a polvazos. Hasta que un día la CALCETA (Confederación de Amigas
Libertinas. Conmigo Estás Tú Apañao) se decidió a contratar a "La Confianza" y nombraron una comisión a tal efecto. Y el
efecto de la contratación fue inmediato. Al de dos días Sam Manno abandonó de
golpe todos sus vicios, y todas sus virtudes.
-No
consiento la impuntualidad. -dijo Mac taladrando con su mirada a las recién
llegadas, que lo notaron, y en un acto reflejo cubrieron con sus manos aquellas
partes de su anatomía que sintieron atacadas, aunque no encontraron manos
suficientes.
-Es
que estábamos en el Bar Bediterráneo dándole al mahquijo, unas tablas de queso,
paté y embutido, haciendo tiempo para la reunión, ufanas, cuando de repente nos
acordamos de que teníamos un trabajilliyo pendiente. Y mira que les digo cienes
y cienes de veces que tenemos que comprar una agenda, que siempre se nos quedan
cosas colgando, pero nada. Total, que salimos corriendo, y con estos botines
que tengo me tropecé, y me caí, y me manché el zaquito, que era nuevo, y qué
rabia, tú verás, y luego el asuntilliyo ese, que lo dejamos todo de sangre
perdido, ya sabes, y tuvimos que ir a casa a cambiarnos de ropa, porque no nos
queríamos presentar aquí de cualquier manera, tú verás. Y hemos venido lo antes
posible, francamente. -se disculpó "Dibidín-dibidán", que lucía un
conjunto sencillo a la par que elegante, compuesto por chaqueta roja, camisa
blanca y falda negra que dejaba ver, de rodillas para abajo, todas sus piernas,
que llegaban hasta el suelo, donde terminaban en unos lindos botines de fino y
alto tacón.
Afortunadamente para
"Dibidín-dibidán", su exposición terminó justo en el momento en que
Mac estaba apuntándole con su Colt. Los demás también estábamos empezando a
palparnos la pistola. Tras unos segundos de sepulcral silencio sólo se oyó el
leve crujir de la mesa al posarse el Colt.
El "Gang de las Maestras"
era conocido por lo sofisticado de sus métodos. "Musutruk" se había
criado en los más sucios tugurios de Wisconsin, haciéndose una experta jugadora
de billar americano. Ganó sus primeros dólares engañando a incautos
billaristas, a los que dejaba ganar las primeras partidas para ir engordando su
vanidad y sus apuestas, dejando para el final el hachazo definitivo. Depuró su
estilo y consiguió introducirse en los ambientes más selectos de la ciudad de
Chicago, donde el billar era el deporte de moda. Poco a poco fue dándose cuenta
de las posibilidades del juego, cuando vio que podía ganar más dinero sacando
las bolas del tapete en vez de metiéndolas en las troneras. Tenía una rara
habilidad que le permitía hacer una carambola que metía siete bolas y encima
enviaba otra directa al cráneo de un espectador por cuyo pellejo había cobrado
previamente unos buenos dineros. Perfeccionó el sistema de forma que las
carambolas craneales eran más espectaculares que las que hacía sobre el tapete.
Con una bola era capaz de cepillarse hasta tres espectadores. Y, además, no
dejaban de ser accidentes.
Empedernida fumadora, sin embargo no
permitía que se fumara cuando estaba con el taco en la mano. Decía que el humo
le producía picor de ojos y no le dejaba ver ni trazar correctamente la
trayectoria de las bolas. Claro que no siempre salía bien, y así fue como hizo
buenas migas con Jack "El Tuerto", al que pusieron el mote cuando
conoció a "Musutruk". El día en que acabó su amistad comenzaron a
llamarle Jack "El del cupón".
El clan de los sicilianos la
contrató para matar a Mac O'Pollo, pero en la partida asesina lo único que
consiguió fue romper doce bolas contra la cabeza de Mac, y que el dueño del
local la expulsara por destrucción del patrimonio.
Cari "Beña" usaba la vía
gatronómico-criminal. Preparaba unos platos capaces de perforar el estómago más
acerado. El único que sobrevivió a sus inventos fue el propio Mac O'Pollo. Cari
"Beña" también recibió el encargo del clan de los sicilianos de
cargarse a O'Pollo, y para ello le invitó un día a comer un exquisito plato de
lentejas, que previamente habían sido rellenadas una a una con su buena dosis
de mercurio. Pero Mac sólo sintió una leve pesadez de estómago.
"Dibidín-dibidán" era
especialista en acabar con sus víctimas por la vía de hacerles estallar la
cabeza. Empezaba a contarles fantásticas historias, de miedo, de aventuras, de
misterio, de espías, de todo. La cabeza de la víctima comenzaba a crecer, le
crecía, le crecía y le crecía, y se le ponía así, así de grande se le ponía la
cabeza, hasta que en el instante del clímax de la historia a
"Dibidín-dibidán" le daba la catatonia y su mente viajaba a miles de
kilómetros de distancia, lo que provocaba en la víctima un grado de ansiedad
tal que se producía la explosión del cráneo. Si la cabeza no acababa de
estallar, "Dibidín-dibidán", volviendo de su catatonia, colocaba a la
víctima un cartucho de dinamita en la boca. En sus ratos libres gustaba de
tumbarse en su jardín a ver crecer la hierba.
También "Dibidín-dibidán"
recibió el encargo de cargarse a Mac O'Pollo. Probó con las historias, pero la
cabeza de Mac, ya de por sí enorme, lejos de crecer, comenzó a menguar, pues el
cerebro se le arrugaba al oír tanta palabra junta. Lo intentó y fracasó con la
historia de Mary Anorrubio, Gobernadora del Banco Federal, que defraudó unos
cuantos millones al fisco, truculento caso que provocó varias e inútiles
comparecencias parlamentarias. Entonces usó el petardo. Pero Mac comía de todo,
y aquello no era más fuerte que el solomillo chipotle mejicano. Sólo consiguió
que se le chamuscaran las patillas y la ceja (Mac era socio fundador de la
UNICEJ).
La especialidad de "Yellow Mary
Therese" era la más gratificante que podían esperar las víctimas. Les
contaba un chiste, luego otro, y otro más, sin tregua, y cuando la o las
víctimas descomponían la figura y se retorcían de la risa, "Yellow Mary
Therese" descargaba todo el plomo que llevaban sus dos Magnum 45, que era
mucho. Sus víctimas morían siempre con una carcajada en los labios. Empleaba
esta técnica criminal debido a que no era muy rápida desenfundando las
pistolas, más lo que tardaba en encontrarlas. Pero con ellas en la mano, era
tal la pasión que ponía al apretar el gatillo, era tal el ímpetu con que
descerrajaba los tiros, era tal la vehemencia con que empuñaba las armas, era
tal la violencia con que los fogonazos destellaban, era tal el entusiasmo con
que remataba a sus víctimas, que nadie se explicaba cómo había veces en que de
sus pistolas salían hasta veinte balas, cuando lo máximo que siempre ha salido
de dos Magnum han sido doce proyectiles. Estos arrebatos le suponían un
considerable desgaste proteínico, que la sumían en prolongados estados de
melancolía, de los que despertaba al percibir el olor mezclado de pólvora,
sangre y chamusquina. En sus ratos libres jugaba con la gorra que se compró en
un viaje a Europa.
Al entrar en la sala y ver tan
numeroso y expectante público no se pudo reprimir y comenzó:
-Sabéis
el de los cuernos, que una amiga le dice a otra que ...
Sus palabras fueron interrumpidas
por un precipitado trajín de todos los presentes por desenfundar sus armas,
quitar los seguros, amartillar los percutores y apuntar a aquella insensata.
Hasta yo desenfundé. Desenfundé el muñón, que volví a envainar en cuanto me
percaté de la ridiculez de apuntar con un cacho de carne chorreante de bloody
ponchisky. "Bogart", que ya andaba a gatas, acertó a sacar el
revolver y apuntar al perchero que tenía a su lado.
-Quiedto
o te limbio el forro. -amenazó.
El resto era silencio. Las tres
compañeras de "Yellow Mary Therese" también habían desenfundado y no
estaba muy claro si le apuntaban a ésta o al respetable. No se movía ni una
pestaña, ni el aire, ni el planeta, el silencio se iba tensando peligrosamente.
Una mosca tuvo la ocurrencia de iniciar
el vuelo y aquello fue su perdición, y la del valioso cuadro de Gustav Klimt en
el que se había posado para dejar impresa su opinión sobre los modernistas del
Jugendstil austríaco. En dos segundos tronó el mundo, se sacudieron los
cimientos del edificio, si aquello no era la ira de los infiernos ya no sé qué
me esperará allá abajo, cuando me llegue la hora. No menos de doscientos tiros
al unísono habían dejado la pared como una escultura abstracta radical, por lo
que Mac O'Pollo podría sustituir esta obra de arte por la otra, de la que no
quedó ni el recuerdo. Lo peor fue que justo por esa pared pasaba una tubería
que no pudo resistir los impactos de la balacera, poniendo como una sopa a
"Rrat-ta-ta-ta-ta", "Yashica", "Barba Javi" y las
O´Harra.
Tras la tormenta sólo se oyó el fragor
de las armas al ser recargadas otra vez de munición, el frenesí de los
presentes por volver a apuntar a "Yellow Mary Therese", y el chapoteo
de la tubería, que seguía regando a sus cinco víctimas, aunque éstas parecían
no darse cuenta de su húmeda situación, y preferían apuntar con sus hierros a
"Yellow Mary Therese". Esta, viendo la predisposición del público
dijo:
-Bueno,
hummmmmmmmmmmmmmm, que cómo os ponéis...
Con lentitud fueron desapareciendo
las armas. A través del humo de la balacera vi a Mac, sentado en su sillón. No
se había movido en toda la escena. Ya se conocía todos los chistes de
"Yellow Mary Therese". En cierta ocasión le contó todo el repertorio,
aunque Mac se perdió la escenificación correcta de los chistes al estar
"Yellow Mary Therese" atada a una silla con una docena de correas.
Fumaba pausadamente un cigarrillo mientras observaba con aire experto la obra
de arte conceptual que acababan de perpetrar sus niños en la pared de la sala.
-Me
gusta. -dijo- Venderé el almacén en un montón de millones a algún millonario
tejano. -todos le miramos- Parece mentira, pero hay gente que pagaría más por
esta chapuza que por La Gioconda de Miguel Angel o el David de Leonardo da
Vinci. Pero si por cualquier circunstancia no consigo venderlo alguien lo va a
pagar muy caro.
Mientras hablaba, en un tono más
bien amenazante, fue dirigiendo su acerada mirada por todos y cada uno de los
presentes, cada vez más incómodos y desasosegados por los brillos metálicos de
sus lentillas, sus collares de macarra, sus insignias, sus anillos, sus
pulseras y sus empastes. Cuando acabó de escrutarnos a todos, que ya estábamos
tentándonos las ropas, crujiendo los nudillos, sudando las manos, rechinando
los dientes, secando el sudor que nos corría por la cara, buscando un lugar
donde meter las manos, entonces dio una sonora palmada en la mesa que a más de
uno le supuso un amago de infarto, y dijo:
-Pero
supongo que lo podré vender. Y ahora, a trabajar.
Esa fue la señal para que, pasado el
susto, los presentes recompusieran la figura, tosieran como en el entreacto de
la ópera, comentaran el calor que hacía, sacaran tabaco y algunos se acercaran
a la ponchera. Roberto "Killer" fue
uno de ellos.
-Sabe
buena esta porquería. ¿Qué es? -preguntó.
-Se
llama bloody ponchisky. -informé, iniciando una encuesta de mercado sobre la
viabilidad comercial del nombre. La viabilidad del producto ya la había
comprobado antes, cuando "Bogart" y Alfonso "Killer"
entonaban la canción de moda aquellos días en las emisoras de radio,
"Vuelvo a Chicago", de Mike Rivers.
-No
está mal. -sentenció- ¿Y qué lleva?
-Eeeh,
bueno, no lo sé exactamente, pero sabe como a whisky. -contesté.
-Sí,
con ponche, y sabe a algo más. -dio un nuevo trago- Lo tengo en la punta de la
lengua, hum, ya me acordaré. -se bebió el resto de un lingotazo y comenzaron a
brillarle las pupilas. Si bien él y Alfonso "Killer", por la calidad,
eficacia y pulcritud de sus trabajos sucios eran conocidos como el Dream Team,
en las tascas crepusculares de los barrios bajos eran más conocidos como el
Drink Team, debido a cierta querencia por la bebida. Antes de alejarse con otra
nueva copa en la mano me preguntó por la mancha que ya se extendía por mi
gabardina como un café por el mantel que compraste ayer. Le convencí de que era
un nuevo modelo de estampado para ropa de primavera-otoño. Levantó
británicamente las cejas y se marchó dando traspiés, esquivando a los
presentes, sin conseguirlo, hacia "Bogart" y Alfonso
"Killer", para hacer los coros.
Una vez que cada uno ocupó su lugar,
lejos de Mac, por si acaso, éste comenzó su parlamento:
-Queridos
colegas, os he citado para llevar a cabo un golpe que pasará a la historia.
Será la madre de todos los golpes. -anunció mientras distribuía por la sala una
mirada de satisfacción acompañada de una amplia sonrisa.- Tuve que elegir entre
dar este golpe y otro que también habría estado bien. Era atracar el Bank
Dolero y llevarnos sus reservas de oro. Pero éste tenía una pequeña
complicación. Y es que hay algo curioso en el oro: no lo parece hasta que se convierte
en dinero. No habría sido fácil colocar tanto oro en el mercado. Así que me ha
decidido por el otro, más arriesgado pero más jugoso, y con pasta contante y
sonante. He convocado a los que
considero mejores en su trabajo, y si cada uno cumple correctamente su papel,
el éxito está asegurado. Me ha llevado bastante tiempo preparar el golpe, y
seleccionar a los participantes, y debo mantener discreción para que no quede
ningún cabo suelto. -respiró y siguió- Bien, supongo que os habréis enterado
del secuestro de Lee Kantropus, hijo del multimillonario Peter Kantropus, y su
único heredero. -hizo una pausa valorativa para ver las caras de sorpresa de
sus colegas, y de admiración, al pensar que era cosa de él el secuestro.- Pues
no, no ha sido cosa mía. Han sido los sicilianos. Por lo visto quieren cambiar
de alcalde y le quieren ir quemando apoyos financieros. El precio que han
puesto al rescate es casi simbólico, 200 millones de dólares, calderilla.
Ante las caras de sorpresa por lo
que Mac consideraba simbólico, se vio obligado a aclarar: -Es simbólico si
tenemos en cuenta que podrían sacarle mucho más. Pero los sicilianos no tienen
problemas de liquidez, precisamente. Lo que quieren es que se esfume con su
dinero y se dedique a plantar nabos en Hawaii. El pago del rescate y la entrega
del secuestrado serán el próximo día 4
de Junio, a las 9.30 de la noche, en el Restaurante VIUDA DE VACAS, en la calle
Cava Alta, nº 23, en Madrid.
-¿Madrid?
-dijo "Donostiarra royal"- ¿Dónde está Madrid?
Mac torció el gesto, cogió la
pistola que reposaba sobre la mesa y atravesó la mano y la copa de
"Donostiarra royal", que rasgó el aire con un grito de dolor.
Curiosamente, el color del líquido que salía por el agujero de la copa era
prácticamente igual al que salía por el agujero de la mano.
-Pero
qué...
-¡No
me gusta que me interrumpan cuando hablo!- aclaró Mac, de muy mal genio.
-¡Eres
una mala bestia!-gritó alguien, y aquello desembocó en un vocerío que terminó
cuando Mac gritó, enarbolando su pistola:
-¡Efectivamente,
lo soy, y como alguien lo ponga en duda le levanto la tapa de los sesos! -y
disparó un tiro que desatornilló el dedo índice de la mano buena de
"Rotring", que en toda la escena se había limitado a respirar, y acto
seguido volvió a depositar el Colt sobre la mesa.
-Si
yo no fuera así, ¿de qué iba a estar yo donde estoy yo si yo no fuera como soy
yo? ¿ein?
Nadie
se atrevió a contestar y el silencio volvió a aparecer mientras
"Rotring" buscaba su dedo en la copa de "Bloody Ponchisky" de Roberto
"Killer", que ya trataba de pillarlo pensando que era una aceituna.
Mac continuó.
-Madrid
está al otro lado del Atlántico. Es la capital de un país europeo. Nosotros
sabemos dónde será el intercambio, pero ellos no saben que lo sabemos. Tampoco
saben que sabemos que en el momento del pago del rescate los sicilianos
entregarán al prisionero. Ellos saben dónde tienen ahora al secuestrado, cosa
que nosotros no sabemos, pero no importa que no lo sepamos porque ellos no
saben que nosotros no lo sabemos.
-¿Qué
es lo que no sabemos que saben? -preguntó "Di voce bianche", para su
desgracia, y vio cómo una bala atravesaba la línea de la vida de su mano
derecha, lo cual, aparte de un intenso dolor, le produjo una gran depresión.
-¡Nada!
¡Ellos no saben nada! -rugió Mac. Tras dejar nuevamente su humeante arma sobre
la mesa, continuó.
-El
plan consiste en aparecer por sorpresa en el restaurante y hacernos con el
dinero del rescate, y con el secuestrado. Lo resecuestramos y volvemos a pedir
otro rescate, je, je. ¿A que es genial?
Nadie se atrevió a responder, y Mac
comentó:
-Así
me gusta. Nos haremos pasar por sicilianos al renegociar el rescate. Aparte de
a soltar la pasta, obligaré a Peter Kantropus a sufragar la campaña electoral
de la candidata de nuestro clan, Mary O'Conde. El alcalde actual ya está
empezando a ser demasiado molesto tanto para los sicilianos como para nosotros,
y si conseguimos que no salga reelegido y que el candidato de los sicilianos
tampoco triunfe, pues otro tanto a nuestro favor. Además estará bien el lío que
se va a montar cuando se sepa que hay unos sicilianos que apoyan a un candidato
y otros a otra. Me gusta esto de la política.
"Boixonoi" levantó
tímidamente la mano, y Mac apuntó con el revolver.
-¿Qué-quie-res?
-Esto...
-dudó "Boixonoi"- parece muy simple, pero me gustaría saber qué papel
tenemos cada uno en la operación.
-Buena
pregunta... -respondió Mac, y de un tiro le hizo un nuevo ojal, de color rojo,
en el puño de la chaqueta.
-¡Augh!
-protestó "Boixonoi".
-...pero
aún no ha llegado el turno de ruegos y preguntas. -informó Mac, y siguió.
-Bien.
Montse "Rrat-ta-ta-ta-ta" localizará ese restaurante y lo comprará en
el plazo de una semana. El dinero te lo daré yo, y después del golpe te haré
una ventajosa oferta de adquisición para que puedas introducir tu cadena de
bares "Mugre King" en el mercado europeo. Si los dueños se ponen
pesados y necesitan más argumentos para venderlo puedes llevarte a
"Viscalbarça", "Boixonoi", "Strawberry", "Rotring"
y "Fraise". Como se supone que los sicilianos querrán tener todo
controlado, irán antes a distribuir a sus matones por lo que pudiera pasar.
Pero "Bacall" y "Bogart" habrán preparado diversos puntos
de disparo y observación para el tiroteo que se prevé. "Di voce
bianche" y Mila "Gros", que tienen mucho gusto para estas cosas,
les ayudarán a decorar y disimular los cambios en el local. Cari
"Beña", "Dibidín-dibidán", "Musutruk",
"Yellow Mary Therese" y las O'Harra se encargarán de los sicilianos
que lleguen al bar a controlar el cobro del rescate, y a los que vayan a
cobrarlo. Si lo veo bien igual hasta yo me dedico un rato a practicar el tiro
al spaghetti.
Cuando los sicilianos encargados de
la custodia de Kantropus se acerquen con éste al restaurante,
"Almodóvar" los filmará. Al FBI le gustará saber en manos de quién
está, y seguro que les pegan un buen repaso a mis amigos, los spaghettis.
Después de filmarlo, "Acedecé", "Donostiarra royal",
"Expert" y "Los Killer" reducirán a los secuestradores antes
de que lleguen al restaurante. A ser posible los reducirán a la mínima
expresión, las muelas o así. Se harán cargo del secuestrado y lo llevarán al
restaurante cuando ya hayan llegado los intermediarios de la familia.
Unicamente se lo mostraremos un momento, el necesario para que vean que está
bien. Después lo llevarán al puerto más cercano, ya se verá cuál, donde nos
esperarán "Barba Rosa" y "Barba Javi" con su barco.
-Mi
barco está en el puerto de San Francisco. -apuntó "Barba Rosa"- No sé
si podré llegar para ese día hasta Europa.
Mac chasqueó la lengua y respondió
con una bala que impactó en una figura de alabastro del Siglo IX y de rebote
afeitó una ceja de "Barba Rosa", tiñéndole de rojo el ojo sano, entre
otras cosas.
-Podrás.
-dijo Mac mientras soplaba el cañón de su Colt.- Yo me presentaré a cobrar el
rescate como si fuera uno de los sicilianos. -puso cara de fastidio y siguió-
Me tendré que afeitar las patillas y teñir de negro mis rubias guedejas, pero
bueno. Cogeré el dinero y les informaré de que lo hemos pensado mejor y hemos decidido
seguir con el secuestro hasta que nos paguen otros 500 millones de dólares -al
oír esa cifra más de uno se relamió- a pagar en el plazo de una semana en
Chicago. Después nos juntaremos todos en el puerto. "Hipoderms" y
"Yezrotul" habrán narcotizado a Lee Kantropus para que haga el viaje
sin molestar y volveremos juntos en el barco de "Barba Rosa" y
"Barba Javi". De paso haremos turismo, recorriendo varias islas que
nos pillan de camino, las Canarias, Madeira, las Malvinas, las Seychelles, el
Caribe, etc. Al llegar a Florida llevaremos al resecuestrado a un txoko que ya
tengo dispuesto y nos veremos cuando haya que preparar el cobro del segundo
rescate. El plan es perfecto. Para concretar detalles os tendréis que poner en
contacto con Txema, mi secretaria, antes
del día 31 de Mayo, llamando a los teléfonos 945/26.89.33 en horas de trabajo,
o al 945/22.85.93 por la noche. Ella os aclarará las posibles dudas. El
alojamiento lo tendréis que apañar por vuestra cuenta, pero no creo que tengáis
problemas. Me consta que hay muchos hoteles en esa ciudad, como la Pensión La
Moncloa, o el Hotel Carabanchel, o el Hostal Yeserías. En el improbabilísimo
caso de que algo saliera mal y nos cazaran, ya sabéis que "Nikon" y
"Yashica" son nuestra póliza de seguro para fugarnos de la cárcel, y
cobrarán el mismo día del golpe. La cuota es de unas 2.500 pesetas, que es la moneda de curso legal en ese país,
porque "Nikon" y "Yashica" quieren hacer allí algunas
inversiones inmobiliarias en el sur. Un pastón teniendo en cuenta la crisis que
padecemos este año 1934 por culpa de este gobierno de incompetentes, con Philip
Von Zaletz a la cabeza. Pero lo que sacaréis a cambio merece la pena con mucho.
Además eso es lo que cuesta comer en un restaurante un primer plato a base de ensalada o entremeses fríos y calientes o
calabacines rellenos, y un segundo a base de carne o pescado, postre y vino.
Al igual que en el último golpe que dimos en Armlessroom, podemos quedar la
víspera, el viernes 3, en algún
lugar céntrico, por ejemplo en la Plaza Mayor, que en Europa en todas las
ciudades siempre hay una Plaza Mayor, que seguro que además tiene en el centro
una estatua ecuestre de algún rey que perdió muchas batallas, un Felipe III
cualquiera, y detrás de la estatua, en la esquina a su derecha, seguro que hay
una entrada, que se llamará Arco de Cuchilleros, por el que se bajan las
escaleras, pasando por delante de "Las Cuevas de Luis Candelas", y
siguiendo, a unos 100 metros, está la Plaza Puerta Cerrada, donde, a la
derecha, en frente del mural de la pared, está el BAR CASA PACO, pues en ese bar, a las 9.00, a las 10.00, a las 11.00
de la noche del viernes 27, en fin, a todas esas horas. Si alguien no
pudiera acudir a la cita del viernes ya sabe dónde y cuando será el golpe, o
sea que allí mismo nos veríamos las caras. Este es el plan. -nos miró con
desdén y dijo: -Estas cosas sólo se me ocurren a mi porque vosotros no tenéis
mi cerebro.
-Por
favor, si alguien lo encuentra, que se lo devuelva. -dijo "Yellow Mary
Therese", por lo bajinis.
"Yezrotul" estaba a mi
lado, y le susurré que qué nombre era ese de Txema.
-Es
turco. -respondió en otro susurro- Se la ligó en sus últimas vacaciones y se la
trajo de secretaria. Es una mora de las que quitan el sentío cuando hace la
danza del vientre.
-Por cierto, no admito deserciones. ¿Alguna
pregunta? -amenazó Mac.
II
Como contestación se apagó la luz, y
a continuación relato lo que pude oír durante los escasos segundos que duró lo
que aconteció después, y que casi echa por tierra mi plan. En cuanto se hizo la
oscuridad, absoluta, y como reacción instantánea que caracteriza a todo aquél
que en cada esquina espera una emboscada, me tiré al suelo. Esa misma sensación
era compartida por los que allá estaban, pues se oyó movimiento de cuerpos a
tierra y sillas por el suelo. Se oyó un disparo y casi al mismo tiempo la voz
de "Acedecé" diciendo: "¡Oh, grosero!", seguida del eco de
un sonoro bofetón. Un segundo después se oyó un segundo disparo entre los
gritos de pánico, y que no hizo sino aumentar el tumulto que siempre provoca el
miedo a lo desconocido. Calculo que fue un par de segundos después cuando se
encendió la luz, y allá estábamos todos por los suelos, con cara de susto. Cari
"Beña" fue la primera en levantarse, sosteniendo en sus manos una
Smith & Wesson del 38, buscando con el cañón algo que no estuviera en su
sitio. Los demás fuimos levantándonos despacio, mirándonos de reojo y con el
dedo agarrado al gatillo. "Nikon" se palpaba la mejilla como contándose
las muelas. Alguien gritó.
-¡¡Mac!!
-y todos nos volvimos hacia la presidencia de la reunión, y lo que vimos nos
erizó el vello de los muslos. Mac sostenía entre los dedos de su mano izquierda
un cigarrillo encendido. Pero su médico no tenía razón cuando le advertía de
que el tabaco era el mayor peligro para su salud. Con la mano derecha, a la
altura del corazón, tapaba el agujero por el que se le escapaba la vida, en
forma de hilillo de sangre que brotaba entre sus dedos. De todas formas, poca
vida se le podía escapar ya por allí. Me acerqué y vi que, en medio de la ceja,
equidistante de los ojos, había aparecido un tercer ojo, por el que fluía
alegremente un riachuelo rojillo que, rumbo al sur, formaba un delta al llegar
a la nariz, bordeando ésta y yendo a juntarse de nuevo sobre el labio superior,
en el triángulo de la muerte, desde donde saltaba en cascada dentro de la boca,
completando un ciclo sanguíneo de salida/entrada de nulo éxito curativo. El
redondo agujerito tenía un cerco de pólvora que, aparte de dar la impresión de
que se lo habían maquillado, indicaba que ese disparo se lo habían hecho a
cañón tocante. Los ojos los tenía abiertos, mirando al techo, donde no había
nada interesante que ver.
Junto al cadáver, con las patas
delanteras sobre el muslo de Mac, estaba el perro. Movía el rabo y olisqueaba
el aura inmóvil de Mac. Había algo que no le encajaba. Tras unos segundos se
quedó quieto. Me miró a los ojos y me preguntó qué había pasado allí. Le
acaricié la cabeza pero pareció no comprender. Insistió nuevamente buscando un
resquicio de esperanza en alguna parte del cuerpo de Mac, ladró, con
impaciencia y, ante el escaso éxito, desistió. Por fin se dio cuenta. No sé si
lo vi, pero juraría que una lágrima salió de sus ojos y emprendió por el pelo
la marcha de una gota de rocío mañanero. Parecía como que estaba acostumbrado a
que sólo a los demás se les viera el color de la sangre, pero no a su jefe.
Lanzó un nuevo ladrido, que no lo era. Era su pura angustia, tal vez por su
nueva situación de mísera orfandad y la presumible vuelta a buscar el papeo en
las basuras, tal vez porque realmente le dolía la muerte de aquel cerdo en el
que sólo él parecía haber encontrado un rastro de humanidad.
Se tumbó en el suelo y sujetó con su
pata uno de los pies de Mac. Si aquel animal era capaz de mostrar ese cariño,
esa compasión por semejante criminal, o era idiota, o era la más bellísima
persona que yo había conocido hasta entonces, aunque tuviera cuatro patas,
aunque comiera huesos y aunque a veces se meara en la alfombra. No me suele
pasar, pero se me partió algo en el pecho, junto a la cartera, y pensé que era
una injusticia que ese perro se ganara la vida de la mendicidad urbana, así que
en aquel momento decidí que Luki ya tenía un compañero para buscar en las basuras,
o, si mis planes salían bien, un compañero de correrías por las playas
antillanas.
En el suelo, junto al cadáver, no
había nada, excepto ceniza. Tras examinarla detenidamente, comprobé que era de
tabaco, pero no del cigarrillo de Mac, ni siquiera de cigarrillo. Sobre la mesa
estaba el Colt de plata, y por el cañón aún salía humo. El asesino incluso
cometió la herejía de sacrificar al gurú con su propia arma. Me di la vuelta y
vi que todos los demás también tenían cara de sorpresa.
-¿Está
muerto? -preguntó "Viscalbarça".
-Muy
muerto. -respondí.
-Esta
sí que es buena -dijo Bego O'Harra- El golpe se fue a la mierda antes de
empezar. Mejor si nos vamos antes de que alguien del resto de la banda nos eche
esto encima.
Yo no podía permitir aquello. Se me
esfumaba el chollo de mi vida. De mantenerse el plan no sacaría nada por la
captura de Mac, pero sí por el resto de la banda, más una jugosa recompensa por
el rescate de Lee Kantropus. Bastaba con seguir la operación hasta el momento
de llegar a las costas de Florida y haber quedado allá con la bofia para que
nos recibiera un protocolario y bien armado comité de bienvenida.
-¡Un
momento! -grité cuando ya empezaban a enfilar la puerta.- No se ha estropeado
nada. Conocemos el plan, parece fácil, y para concretar los detalles tenemos a
Txema, la secretaria de Mac, a la que podemos convencer con unos sopapos de que
lo mejor es seguir adelante, y que nos diga en dónde pensaba O'Pollo esconder
al hijo de Kantropus. Además, faltando Mac, tendremos mucho más a repartir,
porque estoy seguro de que el reparto de Mac no iba a ser equitativo. Además la
misión de Mac tampoco es tan complicada, yo mismo puedo hacerme pasar por
siciliano y negociar el nuevo rescate. -acompañando mis palabras con gestos de
convencimiento (sólo con una mano, por razones estéticas) me sentía como un
vendedor de biblias, pero tuve éxito, y comencé a ver expresiones de
aprobación. Aquellos buitres estaban dispuestos a saborear la carroña en forma
de dólares que Mac O'Pollo les había dejado en herencia.
-¿Seguimos
adelante? -lancé como ultimátum, y esa impresión que los norteamericanos damos
en el extranjero, de aborregamiento, de apuntarnos a una secta con aún menos
razones que las que tiene un europeo para hacerse socio de un club de fútbol,
de que en un momento todos decimos que esto es blanco si alguien sobre un
estrado lo proclama, y acto seguido decimos que es negro si otro lo grita desde
otro estrado más alto, esa impresión tan cierta, digo, dio como resultado una
unanimidad de criterios y voluntades por seguir adelante con el proyecto.
-Muy
bien, pues no nos queda más que despedirnos y juntarnos el día del golpe. No
olvidéis llamar a Txema, la secretaria de Mac. Yo hablaré con ella mañana mismo
y la pondré al corriente. Es importante que no falte nadie o todo se va al
carajo.
Todos salieron y allí quedamos Mac,
el perro y yo. Me acerqué a Luki y al llamarle me preguntó: -¿Pero no te habías
ido, o qué?. Hice ademán de cogerle y me gruñó, pero lo cogí. Su gruñido era,
más que de amenaza, de debilidad, de impotencia y de despedida de su jefe, al
que dirigió una penúltima mirada. Me miró, le miré, me dijo si íbamos a dejar
allí a Mac, le dije que sí, le miró, me miró, gruñó, y salimos.
Bajando las escaleras olfateó el
muñón, y lo lamió. Puso cara de asco, pero estoy seguro de que fue por notar el
alivio que sentí, que siguió lamiéndolo. Aquel perro y yo nos íbamos a llevar
bien. Detrás de las cajas seguía muerto el primer cadáver de la noche. Entramos
en el cuartucho y cogí mi mano, que agarraba firmemente la cerveza que le dejé
para que fuera haciendo flexiones mientras yo estaba de negocios.
Monté en el coche con el perro a mi
lado. Enfilé la puerta, ya se habían ido todos. La noche seguía negra y
lluviosa, y encima me había olvidado de vaciar la palangana de las goteras.
Mientras me dirigía hacia el hospital a que me hicieran un cosido a punto
inglés pensaba en lo que había sucedido en aquel sucio almacén. Intenté
recomponer aquel complicado puzzle. Estaba claro que todos teníamos un motivo u
otro para matar a Mac O'Pollo. Pero no fueron 28 los que dispararon. Fueron
sólo dos balas. Y el que lo hizo tuvo que ser muy rápido para poder recorrer a
oscuras los como mínimo tres metros que separaban a Mac del resto de
personajes. Repasando mentalmente la lista de gangsters que allá estaban fui
descartando a los que me pareció que tenían una coartada solvente. Pero aún
quedaban muchos sospechosos. Dándole más vueltas a la cabeza (en un momento
casi se me cayó al terminarse la rosca) pude descartar más opciones y
finalmente vi nítidamente a la persona que apretó el gatillo. Sí, lo vi muy
claro. Y me alegré, porque si podía demostrarlo ante el resto de la banda esa
información valía un buen premio. Vale que todos se lo querían cepillar, pero
su muerte iba a desencadenar una guerra por alcanzar el poder cuyo único
resultado iba a ser la convocatoria de oposiciones para cubrir plazas de
sepulturero municipal. Esa guerra iba a ocurrir de todas maneras, pero saber
quién la había provocado tendría una recompensa, aunque fuera un whisky (del
bueno, por favor).
Seguro que el resto de testigos
presenciales del crimen estarían ya haciendo las mismas cábalas y suposiciones
que yo para dar con el asesino. Igual hasta alguno pensaría que fui yo, pobre
infeliz (él y yo).
El mismo día del golpe desvelaría la
identidad del asesino, si no se me adelantaba nadie, y gastaríamos una bala,
pero ganaríamos su parte del botín. Y luego a Florida, y luego a las Antillas.
No era mal panorama, no.
Luki, a mi lado, veía pasar los
coches, los peatones y los semáforos. Sólo faltaba que en el Hospital Mengele
estuviera de guardia la costurera de urgencias para que aquella amistad fuera
el punto de partida de nuestros días de vino, rosas y whisky (del caro).
EPILOGO
Hubo
suerte, y en el Hospital Mengele estaba de guardia la costurera de urgencias,
una venerable anciana de plateados cabellos, cofia y delantal, que se puso
inmediatamente a la tarea de recomponer el desaguisado que me hizo el baboso
del machete. Me pasó al quirófano, en el que había una mesa de operaciones de
madera de nogal siglo XVIII, una mecedora importada del salvaje oeste que
poblaron los primeros colonos, macetas de flores, fotos de la familia, una mesa
camilla con un brasero, una puerta que daba al jardín, un armario en el que se
exponía una vajilla inglesa completa (regalo de bodas seguramente), un aparato
de radio por el que estaban emitiendo un serial de anuncios aderezado de vez en
cuando con retazos de una lacrimógena historia de desamores, abandonos, hijos
ilegítimos y herencias turbias. Este tipo de emisiones radiofónicas era lo que
estaba contribuyendo de forma decisiva a labrar el carácter y la mentalidad del
ciudadano medio norteamericano, fértil abono de futuras conquistas ideológicas
a lo largo y ancho del planeta.
Le
di la mano y después le di la otra mano, a la que a duras penas pude quitar la
cerveza durante el viaje al hospital, señal de que mi afición a la bebida era
aún más fuerte que la autoridad sobre mi cuerpo. La enfermera se acercó a la
ventana para observar con detenimiento el objeto de la visita y como
diagnóstico de urgencia me comunicó que tenía que limpiarme las uñas más a
menudo. No lo discutí, aunque no estaba muy de acuerdo, y le pregunté por las
posibilidades de éxito de un reimplante.
-No podrá tocar el órgano en la misa dominical,
aunque creo que eso no le importará mucho. Pero le garantizo que podrá pulsar
los botones del ascensor sin ningún problema.
No
era un pronóstico como para echar cohetes, pero tampoco era algo en lo que se
pudiera regatear, así que me dispuse para la operación. Me sirvió un té con
sabor a cloroformo, me tumbé en la mesa de operaciones y ella se sentó a mi
lado, en la mecedora, con la caja de herramientas a mano. Mientras me sentía
caer en un pozo de nubes violetas ví cómo se remangaba, ponía la mano sobre el
regazo y cogía una llave inglesa y una abrazadera. Encajó la mano en el muñón y
colocó la abrazadera en el hueso. Me dolió, me dolió, me dolió, pero no tuve
fuerzas ni para abrir la boca. Cerré los ojos, dejando caer los párpados por su
propio peso, y me vinieron a la cabeza los sucesos ocurridos esa noche.
El
dolor fue desapareciendo, y noté la mente completamente despejada. Como no
tenía otro quehacer me dediqué a repasar mi teoría sobre el asesinato de Mac
O'Pollo. Comencé nuevamente por descartar a los que, muy evidentemente, no
habían podido ser. Cuando me acerqué al cadáver de Mac constaté que en el suelo
no había nada excepto ceniza. Esto eliminaba a las personas que en la refriega provocada
por "Yellow Mary Therese" resultaron empapadas por la tubería que
reventó la balacera, esto es, Montse "Rrat-ta-ta-ta-ta",
"Yashica", "Barba Javi" y las O'Harra. De haber sido una de
ellas, en el suelo junto a Mac habrían aparecido rastros de agua, pues el que
al menos uno de los disparos fuera a cañón tocante implicaba que el asesino
estuvo junto a la víctima. Por la misma razón quedaban descartadas las personas
que resultaron heridas por Mac durante la exposición del plan, o sea,
"Donostiarra royal", "Rotring", "Boixonoi",
"Di voce bianche" y "Barba Rosa". Estos, aparte de resultar
heridos en partes de su cuerpo que normalmente son necesarias para realizar una
acción como la muerte de Mac, habrían dejado restos de sangre junto al cadáver.
Antes
de seguir intenté hacerme una idea de cómo lo hizo el asesino. Repasé los
hechos: se apagó la luz, menos de un segundo después se oyó un disparo, casi al
mismo tiempo "Acedecé" gritó, oyéndose a continuación un sopapo. Un
segundo después se oyó el otro disparo, y dos segundos después se encendió la
luz.
"Los
Killer" y "Bogart" quedaban descartados automáticamente porque
en los momentos previos al suceso estaban en el suelo, fraternalmente abrazados
y con escasa predisposición para dar dos pasos seguidos. Mila "Gros"
y "Dibidín-dibidán" no pudieron ser porque para cometer el crimen
había que ser extremadamente rápido al tener que recorrer en muy pocos segundos
la distancia que había hasta Mac, y ellas llevaban calzado de fino y alto tacón,
nada recomendable para batir records de velocidad. Tampoco pudieron ser ni
"Acedecé" ni "Nikon". En el momento del primer disparo se
oyó gritar a "Acedecé", como prólogo al segundo disparo se oyó un
bofetón, y cuando ya se encendieron las luces se vio a "Nikon"
palparse la mejilla. Cualquier sabueso competente habría deducido que alguien,
no tenía por qué ser "Nikon", había pellizcado a "Acedecé"
en algún lugar estratégico de su anatomía, lo que la imposibilitaba para ser la
persona que hizo el primer tiro, y a continuación "Acedecé" le
sacudió un tortazo al que primero pilló, aunque no hubiera sido el pellizcador,
resultando abofeteado "Nikon", que recibió el tortazo un segundo
antes del segundo disparo. Tal intercambio de impresiones (digitales) habría
impedido a ambos perpetrar el crimen con un mínimo de garantías.
"Hipoderms" no pudo ser, por pura
cuestión de principios, pues le repugnaban los crímenes con sangre de por
medio. "Yezrotul" tampoco pudo ser, debido a su animadversión a los
animales, a los que no podía soportar a menos de tres metros, y Luki estaba
junto a su dueño en el momento del crimen. "Almodóvar" no pudo ser
porque con una falda de tubo malamente se pueden hacer acrobacias como las que
tuvo que hacer el asesino. "Strawberry" y "Fraise" no
pudieron ser porque la ceniza que había junto al cadáver no era de cigarrillo,
que es lo que fumaban ellas. "Viscalbarça" tampoco pudo ser porque
ella no fumaba.
Una
circunstancia que me lo puso difícil cuando le tocó al turno a
"Bacall" la solventé cuando reparé en un detalle que casi se me pasa
por alto. Por el cañón de la pistola de Mac salía humo, lo que indicaba que el
asesino usó esa arma para cometer el crimen, pero necesitó usar también su
propia arma para uno de los disparos. Mac había herido a cinco personas, usando
cinco balas de las seis que como máximo tiene un Colt. Es decir, en la pistola
de Mac sólo quedaba una bala, que fue una de las que le dio muerte. La otra
salió del arma del asesino. Esto explicaba que la acción pudiera desarrollarse
con tanta rapidez. Según mi película de los hechos el asesino se hizo una
composición de lugar del lugar, calculó la posición de Mac para apuntar a
oscuras y no errar el tiro, y diseñó mentalmente el recorrido hasta la víctima.
Apagó la luz y disparó con su arma la bala que rompió el pecho de Mac. En los
aproximadamente dos segundos siguientes se plantó junto al semicadáver y con el
Colt de Mac le hizo a éste el tercer y fatídico ojo. En dos segundos se mezcló
con el resto de contertulios y entonces alguien encendió la luz.
"Bacall",
por tanto, no pudo ser, pues aunque tenía facultades de sobra para hacer toda
la operación, incluso batiendo el record, no tenía pistola para realizar el
disparo que le correspondía. Recordaba que en su traje no cabía ni un mechero.
Cari
"Beña" no pudo ser porque, aunque empuñaba la pistola en el momento
de encenderse la luz, por el cañón de su pistola no salía humo, circunstancia
que no se me habría pasado por alto de haber sido lo contrario. "Yellow
Mary Therese" no pudo ser por su manifiesta dificultad para desenfundar y
encontrar el arma. "Musutruk" no pudo ser porque, debido al humo
reinante en la sala, no podría ver ni la punta de su nariz.
Yo
no había sido, lo juro, así que tras descartarme y descartar a los ya citados,
quedaba únicamente "Expert". No sé si ella fumó un habano durante la
reunión, pues de habano era la ceniza que había junto a Mac, pero esa pista me
ayudó a descartar a unos cuantos aspirantes.
Así
pues, ya tenía la sorpresa preparada para el resto de la banda el día del golpe.
Sí, podía incluso ver a la asesina empuñando su arma, la veía apuntar, a cámara
lenta, en la bruma, sujetando la pistola con todas las manos. Pero de pronto
algo dejó de encajar en la escena. Vi de frente a "Expert", y de
inmediato comprobé que ella también me miraba a mi, al igual que su pistola. Se
acercó, casi podía tocar con la lengua el cañón, sólo veía su cara, fría,
blanca, inmensa. Grité y todo se rompió.
Lo
primero que vi después fue el apacible semblante de la costurera de urgencias.
Pese a la pésima fama de los centros de la Seguridad Social, aquella imagen era
la mejor visión que podía tener en aquel momento.
-Espabílese, joven, que hay gente esperando.
Miré
mi mano reimplantada.
-¿Cómo fue todo? -pregunté.
-Según lo previsto. En unos días podrá sostener un
paraguas y, si llueve, podrá abrirlo unas semanas después.
-Fantástico. -respondí moderadamente alborozado. La
besé en la frente y salí.
Fuera
seguía lloviendo, pero no me preocupé. Dentro de unas semanas podría comprarme
un paraguas. Luki me esperaba dentro del coche. Al verme se desperezó, se
estiró, bostezó, movió el rabo, ladró, en fin, hizo toda la comedia que se le
ocurrió para que le abriera la puerta. Lo hice, y lo primero que hizo él fue
saltar en el primer charco que pilló. Con su natural simpatía se me acercó y se
sacudió con toda su mala hostia, perdón, con todo su salero. Me puso como una
sopa el muy hijo de perra. Al pasar la mano por la cara para secarme tuve la
suficiente habilidad como para meterme el dedo en el ojo. En ese momento caí en
la cuenta de que lo estaba haciendo con la mano convaleciente. Demasiado tarde.
El dolor activó mi reacción de apartar la mano. Entonces vi uno de mis ojos
adherido a la punta de mi dedo, mirándome. Superpuesta veía la imagen de mi mismo,
con cara de espanto y con un solo ojo. Instintivamente volví a poner el ojo en
su sitio, con tan mala fortuna que lo metí al revés, y pude ver superpuestas la
imagen del perro bailando a mi alrededor y la del interior de mi cráneo. Allí
veía la sangre corretear por las venillas del cerebro, que tenía un color
amarillento, efecto de la nicotina, seguramente.
Pese
a lo espectacular de la visión, me alarmé y volví corriendo al hospital, con la
esperanza de que estuviera de guardia el engarzador de urgencias. Sólo faltaba
que ya me quedara semimanco y semituerto. Pero mi buena estrella, pequeñita
pero firme, seguía luciendo allá arriba, encima de las nubes, lejos,
inalcanzable, inaccesible al pesimismo y a la mala suerte. No había por qué
preocuparse.
(Gasteiz,
4 de Mayo de 1994)
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