lunes, 7 de mayo de 2012

De uno de los estupendos enlaces de ahí, a la derecha.

El dedo que mece la Liga
Javier Pérez de Albeniz (El Descodificador)


El Real Madrid ha ganado la Liga al Barcelona. Una liga que ha dejado de ser la mejor del mundo para convertirse en una competición entre dos equipos con 18 comparsas: 36 puntos separan al primer clasificado del tercero. La ha ganado el Madrid en La Catedral, un campo de ensueño, con un broche de oro: el corte de mangas de Ronaldo. La victoria ha abierto todos los informativos, y las celebraciones, retransmitidas en directo, solo han estado empañadas por la lluvia. Un triunfo merecido que hace que el madridismo mire para otro lado y termine identificándose plenamente con Mourinho, el entrenador avinagrado que ningún equipo debería tener.

Mourinho es una de las peores cosas que le han podido pasar al fútbol. Con su eterna insatisfacción y sus malos modales nos hace olvidar que el balompié es un deporte, un juego divertido, una pasión infantil. Esa “fiesta de los ojos y música del cuerpo” de Eduardo Galeano. Las teorías que equiparan el fútbol con una guerra dan mucho juego en el periodismo de columna y en la literatura deportiva, pero son terriblemente dañinas en la vida real. Crean monstruos, yo los he visto: niños de quince años gritando “¡Catalanes hijos de puta!” cuando aparece Guardiola en televisión.
Mourinho es un neoliberal del balón que cada minuto nos recuerda que, cuando se trata de ganar, todo está permitido. Que la victoria es el fin, y que todos los medios están justificados para conseguirla. Perder es de mediocres. Un pecado. Mou ha conseguido que los niños sean menos niños y más hinchas, que dejen de disfrutar con la pelota (Dios es redondo) y solo piensen en vencer, que vean el deporte como un enfrentamiento, y que justifiquen e imiten los cortes de mangas de Ronaldo, los pisotones de Pepe y hasta su propia amargura vital. Mourinho convierte el estadio en una isla de permisividad: lo que sucede en la cancha queda en la cancha, repiten técnicos y  jugadores, incomprensiblemente ajenos a las decenas de cámaras que observan y transmiten al mundo sus miserias.
Mou lleva el fútbol mucho más allá de las guerras simbólicas entre tribus modernas. La tensión, verbal y física, forma parte de su manera de entender el juego. “Ha habido una operación para convertir a Mou en el Darth Vaden del futbol español. Otros hacen las mismas cosas y no les masacramos”, dice García Ferreras en “Al rojo vivo” (La Sexta). ¿Otros hacen las mismas cosas? De ninguna manera… Hay imágenes que nunca deberíamos olvidar, que pertenecen a nuestra historia nacional de la infamia. Por ejemplo aquella de Aznar en las Azores, cuando nos mintió y nos hizo cómplices de una guerra ilegal, injusta e inútil. O ésta más reciente del rey Juan Carlos matando elefantes, ejemplo de una doble vida financiada con nuestro dinero. Yo no olvidaré jamás la escena en que Mourinho, en un acceso de ira durante una tangana, se acerca por detrás al entrenador rival y le mete un dedo en el ojo.

Ese dedo traicionero y cobarde, el que mece la liga, no se había visto jamás en el fútbol español. El dedo que señala la máxima miseria futbolística: aquella que convierte un juego mágico, “la recuperación semanal de la infancia” (Javier Marías), en una academia de codicia donde los jóvenes pueden aprender el arte de la soberbia, el engaño y la intimidación. Ójala no tengamos que arrepentirnos algún día de estas enseñanzas.
http://www.eldescodificador.com/2012/05/03/el-dedo-que-mece-la-liga/

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