domingo, 12 de febrero de 2012

Los pies de Pelé


Esta no estaba siendo su mejor tarde. La víspera había cenado pescado en un estado aparentemente bueno, sólo aparentemente, y tuvo un sueño muy raro, en el que aparecía paseándose en ropa interior entre la gente.
Se despertó de golpe, sin esa suave transición entre el sueño profundo, el dulce sopor y el lento abrir de ojos.
Se sentó en la cama. Se miró en el espejo del armario, se miró los pies y se volvió a mirar en el espejo. Estaba orgulloso de sus pies, pero, ciertamente, no seguían los cánones griegos. En realidad no seguían ningún canon.
Se acordó del pescado y se llevó la mano a la tripa y luego a la cabeza. “Nunca mais”, se dijo, y fue a la cocina a prepararse un desayuno que recompusiera aquello. Una vez vio en una película a un boxeador comerse media docena de huevos crudos después de una sesión de entrenamiento. El no se había entrenado pero tenía el cuerpo como si hubiera hecho pesas durante ocho días seguidos. Comió los huevos y comprobó lo que todos sabemos, que el cine miente.
El resto del día, hasta la tarde, fue un ir y venir al retrete, y ora por arriba, ora por abajo, se vaciío.
Luego se comprobó que aquella no era una de sus mejores tardes, pero en el minuto 89 cogió un balón rozando el círculo central, corrió con él diez metros, hasta que los compañeros le avisaron de que iba en dirección contraria. Lleno de furia retomó el esférico y salió como una flecha hacia el campo enemigo. Esquivó a cuatro jugadores, uno de ellos de su equipo, antes de llegar al área contraria, se internó en esta, dribló a otros dos y lanzó el balón cual meteorito sideral por toda la escuadra, que es por donde se meten los grandes goles. El portero sólo pudo aplaudir, y llorar amargamente. Había mantenido virgen su portería casi con tanto fervor como había defendido el honor de su hermana, hasta que se casó con aquel chico tan formal (eran otros tiempos). Pero aquel rayo lo segó todo.
El balón rompió la red, partió un poste de luz, hizo un boquete en la grada y siguió su vuelo. Aún lo están buscando. Dicen en la NASA que se ha unido a las lunas de Júpiter.
Los hinchas de su equipo se rompieron las manos de aplaudir, y los del equipo contrario se quedaron calvos de tirarse de los pelos.
No estaba siendo su mejor tarde, pero fue lo suficientemente buena como para que sesenta mil personas durmieran bien, treinta mil durmieran mal, y para que los pies de Pelé siguieran siendo los pies más feos y más hermosos del planeta.

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