lunes, 2 de enero de 2012

¿Pero quién le ha pedido su opinión a este tío?

Ya estamos otra vez con la Audiencia Nacional. Hay manifestación el próximo 7 de enero para reivindicar los derechos de los presos políticos vascos, y aparece otra vez Grande Marlasca (azuzado por esa cosa llamada Dignidad y Justicia, también conocida como Daniel Portero) para hacer algo con lo que parece disfrutar el señorito: prohibir. Pero esta vez va más allá, siempre hay un más allá para estos virtuosos del látigo, y ya nos dice incluso lo que debemos y no debemos pronunciar durante la manifestación. Esto está llegando a unos límites, no voy a decir kafkianos (porque el pobre Kafka no tiene nada que ver en esto) sino típicos y casi exclusivos a nivel mundial de la ingeniería jurídico-legal que practican los militantes del Estado de Derecho español, también conocida como derecho penal del enemigo.
Dice en su auto el juez Grande que en la manifestación de marras no se podrán pronunciar juntas las palabras 'presos' y 'políticos', pues las considera una tergiversación del lenguaje. Resulta que hay presos vascos que están en la cárcel por haberse reunido, no para preparar delitos de delincuencia común o de lo que desde el Poder se denomina terrorismo, sino para hablar de política, para intentar conseguir unos objetivos políticos, como también se reunen gentes de otras opciones políticas: para cambiar las cosas mediante la política. Pero en el Estado Cañí resulta que si unos quieren cambiar, por ejemplo, un artículo de la Sagrada Constitución pueden ser tachados de anti-sistema e ir a la cárcel, mientras que si otros quieren cambiar ese mismo artículo, son unos ciudadanos ejemplares. Y los anteriores están presos en la cárcel por unos motivos que, se quiera o no, porque el lenguaje es así de tozudo, son políticos. Es que no hay otra manera de denominarlos. Y junto a estos presos hay otros que han practicado la violencia para conseguir unos objetivos que en cualquier parte del mundo se encuadran en la cosa política, como puede ser la independencia o la revolución socialista. Y no es que al referirse a estos y aquellos como presos políticos uno lo haga con ánimo de subirlos a los altares, sino que es la manera más acertada que hasta el momento se ha inventado para referirse a ellos , y sin que pretenda ir en menoscabo del resto del colectivo de presos, ni de las víctimas.
Pero dice Grande que la expresión 'presos políticos' puede provocar el 'descrédito y menosprecio de las víctimas'. Hay una ley que protege a las víctimas, y que impide que se alcen públicamente vítores en homenaje a militantes de organizaciones armadas ilegales, lo cual es lógico desde su punto de vista. Pero esa ley no es un chicle, o no debería serlo. Sin embargo los genios de la ingeniería jurídica cañí ya empezaron en su día con lo de que la no condena también debería ser delito, que si la exhibición de fotos, y ahora ya hasta nos quieren imponer la manera de referirnos a unas personas que, como ya ha quedado explicado más arriba, están en la cárcel por unos motivos relacionados con la política. Pero esa ley no dice cómo hay que referirse a esas personas. Lo que no está en una ley no es necesariamente ilegal. Puede ser alegal, pero perfectamente legítimo.
Y ordena que a la mínima salida de tono por parte del personal, los ertzainas empiecen a sacudir como ellos saben. Para qué quiere más la Ertzaintza, un cuerpo policial como cualquier otro, experto en practicar la violencia contra ciudadanos indefensos, sobre todo ahora que tan de vez en cuando los sacan a pasear. Ya vimos en Kukutza que siguen en forma.
Quiere esto decir que si a una persona de las miles que vayan se le ocurre pedir que los presos políticos vascos vuelvan a Euskal Herria, o que les den doble ración de postre, ya la tenemos montada como la que un felizmente excolega del citado Grande, Baltasar Garzón, lió el 14 de septiembre de 2002, también en Bilbo y en tiempos de Balza e Ibarretxe. Pero, ¿quién nos asegura que a algún hijo de su madre no se le ocurre infiltrar media docena de provocadores que empiecen a gritar lo que Grande, Ares y los ertzainas parecen querer oír para reventar una manifestación multitudinaria? Porque el auto de marras lo ha puesto muy fácil. A la mínima, a hostia limpia. Aunque haya miles de personas, menores incluidos. ¿Esta va a ser de ahora en adelante la actitud del Poder respecto a la disidencia pacífica? ¿Nos van a decir cada vez qué es lo que pacíficamente se puede decir/exigir/protestar y lo que no, so pena de montar una carnicería? Pues se me ocurre que podríamos exigir, para empezar, la inmediata destitución de jueces fascistas. Y yo creo que hasta el propio Grande, tan firme demócrata, sobre todo firme, también la exigiría. ¿O no?

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