viernes, 1 de julio de 2011

Peter Pan a las siete y media (o cómo puede salir algo estupendamente porque todo apunta a que va camino del desastre)

Quiero escribir esto ahora que todavía estoy con la adrenalina haciendo carreras por las venas. Se supone que era la noche anterior al estreno cuando uno no debía pegar ojo. Pues no. Ha sido la noche siguiente al estreno cuando no he podido dormir. No me ha importado mucho porque, aunque al día siguiente hay que madrugar para ir a currar, la noche en vela no lo ha sido por estar preocupado con algo, sino por estar relamiéndome por los momentos vividos a lo largo del día, como el cocodrilo hacía con el pobre Garfio. Con los momentos buenos y con los de nervios, incluso de pánico, que también los ha habido.

Quizá alguien diría: “No ha sido para tanto. Una obra teatral fallida ocurre dos de cada cinco veces que vas al teatro, o tres de cada diez, y más comprensión hay si además el público sabe que la realizan alumnos novatos.” Puede que sí. Pero había tanta ilusión en el asunto, tanto empeño en mejorar en cada ensayo, que a mí me parece que habría sido una enorme frustración que la cosa acabara en fracaso. “Peor es que te extirpen un riñón, o que te echen del trabajo”, dirá otro. Coño, pues sí. Pero uno lleva una vida relativamente tranquila, con algún que otro sobresalto, y pocas veces se le juntan en un día tantos sentimientos contrapuestos, tantas sensaciones extremas y tantos sudores fríos y calientes. No sé vosotros, pero este día yo no lo voy a olvidar.

El recorrido que iniciamos cuando la mayoría de nosotros, allá en octubre, hicimos un círculo y dijimos nuestro nombre acompañado de un gesto, y que acabó ayer, cuando se abrió el telón por última vez para recibir los aplausos del público, ha sido un viaje que ha merecido la pena. Para algunos ha supuesto descubrir que el sentido del ridículo es derrotable, que el desparpajo en público no siempre va acompañado de sentir las mejillas rojas como tomates a la brasa. Había gente que ya llevaba tablas. Me acuerdo que el primer día, para la primera improvisación del curso saltaron como muelles María, Esti (creo), Sandra y Ruth (que me acuerdo de ella porque ese día me tocó a mi presentarla y ya no volvió. No sé si tendré algo que ver en el asunto). A otros, como yo, hubo que esperarnos hasta febrero o así para vernos salir a hacer algo voluntariamente, de buena gana y a la primera.

Acabado el curso, yo creo que ha estado muy bien, que ha sido entretenido. Ya dije ayer después de la representación que había aprendido más este curso que en los que estuve en el TAE hace unos cuantos años. La diferencia es que en aquella época debía estar de moda el método Stanislavski, y en las clases, en lugar de improvisaciones tirando a reales, o lúdicas, o entretenidas al menos, te decían que salieras a escena e interpretaras una piedra, que te sintieras piedra, que actuaras como una piedra, o un grifo, o una maceta. No daban mucho margen de maniobra, la verdad. Pero este año yo creo que en casi todas las clases ha habido meneo, acción, y hemos tenido un casi trimestre final en el que hemos tenido ocasión de saborear lo que son las tablas.

No sé mucho de estas cosas, pero las cuatro veces antes de esta última que me he subido a un escenario ha habido un montón de ensayos, varios días a la semana durante meses. Por eso que me pareció una osadía que Cristina nos propusiera Peter Pan, cuarenta y tantas páginas de las que se pueden quitar algunas de texto explicativo, pero bueno, un montón. He mirado y calculo que hemos ensayado la obra unas siete veces, aparte de lo que por grupos o cada uno ha hecho por su cuenta. Pero no es lo mismo. Tú puedes saberte de arriba a abajo tu papel, pero si no lo integras con el de los demás, con sus pausas, gestos y demás, no haces más que recitar, y para eso están los poetas. La obra en la que participé en mayo tenía 25 páginas de diálogos, y dura hora y cuarto. Empezaron a ensayarla siete personas en febrero de 2010, dos días a la semana, y la estrenaron a finales de octubre. Al menos siete meses ensayando. Sin cambios de decorado durante toda la representación. Así que, ¿no es una osadía que catorce novatos se pongan a preparar una obra de 16 personajes, 27 páginas, con cuatro cambios de escenario (ensayados una única vez, y encima salió de pena), con algo más de media docena de ensayos, alguno incluso sin directora, sólo tres ensayos de toda la obra y nunca con todos los personajes, salvo el último? Pues sí. Pero Cristina ha sido una directora atrevida, paciente y optimista (debería enrolarla en mi tripulación pirata). Me flipa cómo sabe en cada momento cómo debe actuar alguien. Aunque sigo sin saber qué coño es el noble sosiego, estoy seguro de que no puede ser otra cosa sino la forma en que dijo: “¿Van a morir?”. Por supuesto que Wendy lo cazó a la primera.

Y nosotros, o unos osados o unos ignorantes. Yo me decía que esto lo veía muy mal. A poco que lo comparara con la otra obra, esto acababa en fracaso. Pero si Cristina, que es la que entiende, dice que adelante, pues adelante. Pero me da que le presentas este panorama a alguien que sepa del negocio y te dice que prefiere pintarle las uñas a una leona.

Ahora nos reímos, pero ¿quien habría apostado un céntimo por cómo salió al final? Menuda cara se nos puso cuando Cristina nos dijo el viernes, a 48 horas de la debacle, que más de hora y media de obra no había niño ni adulto que la aguantara. Que había que darle ritmo y bajar aquello hasta la hora y cuarto como fuera. Y nosotros, osados o ignorantes, decidimos no abandonar.

Ese día, cuando iba a Iparralde para el ensayo de las diez sonó en el radiocasete del coche una canción de la porrusalda de canciones que suelo llevar, Fifty-fifty clown, de Cocteau Twins, y nada más empezar la música me dije: ”Coño, ese ritmo me suena. ¡Pero si es mi corazón tal cual está ahora! Esto tiene que ser una buena señal.” Cristina había traído como amuleto una virgen de cuando hicieron la obra de Entre tinieblas. Cómo lo vería para recurrir a eso.

Los ensayos de la mañana y de la tarde no fueron mal, pero como no habíamos cronometrado tampoco sabíamos si habíamos mejorado o no. Así que nos plantamos a las siete y media a tumba abierta, a morir o a matar, como gladiadores de la antigua Roma, como kamikazes del Imperio nipón (quizá demasiado dramático, vale, pero el momento lo requiere).

Cuando Cristina se fue con el técnico de sonido y nos dejó huérfanos, colgados de la brocha, sin saber cuándo empezaría a abrirse el telón, aquello ya no tenía vuelta atrás, justo cuando uno deseaba más fervientemente estar en la otra punta del planeta, qué casualidad. Y todos buscando su guión para un último repaso a oscuras y con el público ocupando sus butacas. E Irantzu que ve a todo el mundo nervioso y piensa: “Txema ya ha pasado por esto hace poco, así que estará tranquilo y seguro que transmitirá esa...”, y entonces es cuando lo ve sentado, con la cabeza entre las manos, mirando al suelo con la mirada perdida, cabeceando, ... ai, ama.

Se abrió el telón, y en cuanto la señora Darling miró por la ventana la obra empezó a rodar, y que salen los niños Darling, y a rodar, y el señor Darling, y la cosa iba, y que te tomes la medicina, que no, que sí, cobardica, y tú más. Y los padres salen de escena y la mar de contentos y los que los esperábamos también, y aparecen Peter Pan y Campanilla, y la cosa seguía rodando, y Wendy y Peter se intercambian besos y dedales como el que lo ha estado haciendo toda la vida, y Campanilla resulta que realmente vuela, y John y Michael se despiertan y resulta que también vuelan, y cogen con Wendy y Peter y se largan al País de Nunca Jamás como el que hace ese viaje a diario en el puente aéreo. Y Campanilla que lo hace descalza por la calle. Para sorpresa de los cuatrocientos mil paseantes que por allí había. ¿Acaso se ha visto mayor sacrificio por el arte? Suerte que casi es verano. En invierno habría sido por el arte y por helarte (qué chiste más malo). Una campeona.

Y viene el primer cambio de escenario, y andamos todos como camareros novatos en día de inauguración de restaurante de cinco tenedores, pero se consigue que cada cosa vaya a su sitio, aunque en realidad pocas cosas tenían un sitio. Se apaga la luz, vuelves a tientas a las bambalinas con cuidado de no romper nada ni a nadie, y salen las niñas perdidas, y luego los piratas, y Smee que le dice a su capitán la de cosas que se puede rascar con el garfio, y el cocodrilo, y sale Tigridia, que se empeña en hacer la danza de la lluvia sobre la mesa de los piratas, y cantan y coreografían, y la cosa sigue rodando, y no se ven muchos baches y vuelven Poquito, Lelo, Plumífero y Rizos, se cargan a Wendy con una flechazo más falso que el garfio del capitán ídem (y qué, esto es una peli), y aparecen Peter Pan y Campanilla, y Ciro, mira que se lo sabía bien, va y dice “una flecha en el corazón”, y era en el esternón (flecha que casi se le olvida a Wendy, con lo que habría tenido que retener la mano de Peter Pan para que no atravesara a Lelo, pero NADIE puede tocar a Peter Pan, ¡qué terrible momento de no haber habido flecha!), y aterrizan Michael y John, y se pellizcan con las otras niñas, y le montan un adosado a Wendy en un pispás, con una chimenea que se fabricó en el momento sin saber si sería una chimenea, o un sombrero espachurrado, o un brazo ensangrentado. Y Wendy ahora canta y ahora cuenta un cuento. Pena que se cerraba el telón, que seguro que el público quería saber cómo seguía.

Y otro cambio de escenario a la carrera y nos vamos a la laguna, y niños correteando por aquí, y Plumífero que no encuentra una espada, y Wendy y Peter por allá, y ahora los piratas y la india, y un bacalao (¡Oh, día aciago!) y acabamos con una pelea que John Ford firmaría. A limpiarlo todo y nos vamos al barco pirata, que empieza el monólogo del capitán Garfio, que en ese momento sufría una taquicardia del doce, por razones que luego diré. Quizá por eso lo único que se le olvida del monólogo es la frase más shakesperiana: “Oh, fama, fama ¡Brillante baratija!” Con lo bien que había conseguido entonarla después de repetirla diecisiete trillones de veces. Pero la obra sigue rodando, a buen ritmo, con doña Tabla, el capitán Garfio desatado, los niños, la madre de pega, los piratas, Peter Pan, Cecco destripado por el kikirikí, aunque por el grito pareciera que sólo le había pisado un callo, y Starkey entonando un buen gallo cuando cuelga del garfio, otra pelea de película, y Mickey Mouse (¿Mickey Mouse?). Y la despedida del niño que no quería crecer, y unos, otros campeones, que se van en pijama por la calle (los cuatrocientos mil de antes no salen de su asombro) y otros a desmontar el barco y a montar la casa, otra vez a oscuras al final, y una cama que no tiene almohada, y la pobre Wendy, cuando se acuesta, a sostener la cabeza en el aire para que no se note. Y la señora Darling que vuelve a ver a sus hijos, aunque desde donde estaba yo no pude apreciar si aguantó el tirón de no volverse antes de tiempo, y besos y abrazos, y un silbido en playback, y más niños, y aparece el señor Darling, aunque nunca sabremos qué es lo que quería que su señora le tocara en el piano (en fin, había menores entre el público), y se quedan en escena Peter, su novia o madre o hermana, más su suegra o madre o abuela, cualquiera sabe, y se oye el que va a resultar ser el chiste de la noche (¡la limpieza de primavera!).

Comienza la recta final. Se cierra el telón por ultimísima vez, y los que nos quedamos detrás nos empezamos a creer que todo ha ido como la seda, y entra Wendy, y nos cogemos todos de la mano, y se abre el telón y vemos a contraluz la silueta de Peter Pan (¡qué momentazo!) y los primeros aplausos, y Campanilla que vuela al escenario, y ya estamos los catorce, y ahí sí que acaba, y de qué manera, el curso. Qué ganas de acabar y, sin embargo, que sensación de pena por haber terminado. Habíamos descuajeringado a nuestra manera la centenaria obra de teatro, pero seguro que Barrie habría disfrutado viéndola, de haber entendido algo.

Un buen viaje. De hecho, cuando estábamos ya en la calle con las cosas amontonadas en el suelo, me vino a la memoria la imagen de la gente cuando vuelve de un viaje en autobús y descarga las maletas y se dan a las despedidas.

Atrás quedaban los nervios. Como decía Ciro, la obra tenía que haberse llamado Peter Flan, para ajustarse más a la realidad. Ahí se quedan los apuros de ultima hora porque en el ensayo de las cuatro vimos que nos pillaba el telón de todas todas a la hora de cambiar el escenario, y que la seta estaba casi fuera del escenario, y eso que la había puesto yo tan lejos pensando que esa escena era más tarde, y el puñal de Peter Pan, que en los ensayos estaba más tiempo por el suelo que en la funda, y que Garfio siempre le cortaba a Poquito cuando llevaba la cuenta de los piratas muertos por el kikirikí, y que a Starkey le hacía daño la lentilla, y cuando el sábado Blanca nos decía que no, que ella lo dejaba, y la otra leve taquicardia cuando María no apareció el viernes y el sábado (bueno leve, a mi me salieron media docena de canas), y el ensayo de las cuatro, en el que se me caían las botas y los pantalones, pero gracias a Blanca, que no es que haya que preguntar qué tiene, sino que, para acabar antes, hay que preguntar qué no tiene, hizo de mamá Darling con el capitán Garfio y me dejó un cinturón, gracias a lo cual sigue siendo un misterio el color de los gayumbos de los piratas, si es que usan. Y mi momento de pánico, cuando en el cambio de escenario previo al monólogo, dejé el garfio en algún lugar de la penumbra para recoger las cosas mejor, poner la bandera, y cuando volví no estaba. El sudor caliente se me cambió a frío al instante. De natural blasfemo, como buen pirata, me recorrí todo el santoral en tiempo record, y apareció el muñón ¡sin el garfio! Y entonces la luz intermitente, la oscuridad, el telón que empieza a abrirse, con la peluca y el sombrero sin poner, sin el garfio, y el telón que seguía su marcha. ¿Y ahora qué hago yo, con al menos dos momentos clave del garfio, que no podría disimular echando la mano a la espalda? Juré por las tripas desparramadas del caballero Jukes (y eso que todavía no se las habían desparramado, pero yo ya me sabía el final de la historia) y se me apareció el espíritu de Davy Jones, y con su sonrisa más terrible me dijo: “Que está ahí, txotxolo.” Y ahí estaba. Lo cogí, me lo puse, y la peluca, que luego no hizo más que molestarme hasta que me comió el cocodrilo. Así que se me olvidó lo de la brillante baratija.

Ha habido otros momentos jugosos, pero saldrán cuando lo comentemos más relajadamente. De momento, nos tenemos que felicitar por lo bien que ha salido, porque ha tenido mucho-mucho mérito. No es que hayamos salido airosos, es que nos ha salido muy bien. Como diría Campanilla, wiñiwini guiowi fujiguri guaniwe shiwiobe insuviyu.

En resumen, toda una experiencia. Yo he disfrutado muchísimo estos meses. Espero que vosotros también. Y ayer fue la guinda para el pastel. Espero que nuestros caminos se sigan cruzando. Ahí tenemos los teléfonos y las direcciones de correo para ponernos en contacto si alguien sabe que se necesitan actores sin miedo en tal sitio, o que no sé quién tiene un local y no sabe qué hacer con él y parece buen sitio para ensayar no sé qué obra, o para ir a una función de teatro que tiene buena pinta y se puede aprender mucho, para lo que sea. O que los amigos de Blanca que hacen cortos deciden que se puede hacer un corto que cuente las tribulaciones de un grupo de novatos. En fin, todo eso.

Os mando alguna foto, bastante mala, que a mi hermana no se le da muy bien lo de las nuevas tecnologías. A ver si aparecen por ahí más fotos, para juntarlas todas y sacar unos CDs, que ya me encargo yo. Y también a ver si podemos localizar las grabaciones de vídeo, para ponernos la actuación en las noches de insomnio. No sea que tengamos que comprarla en el top manta.

Pues eso, Arantza, Nagore, Blanca, Ciro, Erika, Guillermo, Aixa, Aintzane, Izaskun, Garbiñe, María, Irantzu, Carlos, ha sido un placer, mejor dicho, ha sido un PLACER.

Piratas, nos vemos este sábado para repartir el botín. Besos y abrazos.

Capitán Jas Garfio, el Pirata Psicópata.

En el País de Nunca Jamás, a 20 de junio de 2011.


PD: Lexurik eta Uxunek ikusi zuten, eta Garfioren emanaldia hain ona izan zenez, antza, Uxunek negar egin zuen krokodiloak pirata jan zuenean.

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